Bbm9BeICMAE546C

Twitter y las palabras

Mi abuelo era un roble de 1.80 mts de cáscara mestiza y raíces profundas. Tenía una enorme nariz capaz de detectar a 10 metros la mentira de cualquier persona, menos de la abuela. El recuerdo más fiel que me llega de él, es su enorme cuerpo sentado en una vieja mecedora de metal, con el asiento trenzado de blanco gaviota y unas patas de color rojo que se convertían en los descansabrazos en una curva continua. Vestía una guayabera blanca que estaba abierta de los botones, dejando ver debajo una camiseta sin mangas sudada y arrugada por el calor. Solía levantarse con los primeros cantos de los gallos, su ritual era afeitarse la cara haciendo espuma con jabón en una bandeja naranja usando una brocha ancha con la que luego distribuía el blanco espumoso por toda el área de vello incipiente y errático de color blanco que le había brotado durante la madrugada. Después de dejarse las arrugas de la cara suaves como el lomo de una oveja trasquilada con aroma a Old Spice, se acercaba a la cocina a tomar el primer café del día en compañía de su mujer. A mí me despertaban el olor a café molido, sus cuchicheos en el antecomedor y el ruido de las lombrices en mi panza que me bombardeaban el sueño con imágenes de galletas y pan dulce de pueblo. Recuerdo que a mis 4 años disfrutaba el café con leche, adoraba aventar las galletas de animalitos dentro del brebaje café claro e irlas pescando una a una, ablandadas hasta casi deshacerse, con una cuchara especial que mi abuelo se había encontrado en un viaje a un pueblo cercano y que era mi favorita. Esta cuchara era motivo de pleito entre los demás nietos que visitaban la casa, aunque el consentido solía ser yo, por simple derecho de antigüedad. Ahora de grande entiendo que me daban el café con leche para rebajarlo y que me afectara menos la ingesta del estimulante natural. No sé cuándo dejé de tomar café con leche, pero sé que siempre que lo miro recuerdo aquella época feliz con nostalgia.

Mi abuelo trabajó casi toda su vida como albañil y maestro de obras, no tenía estudios más allá de tercero de primaria, así que no le había quedado otra que aprender un oficio para mantenerse y llevar el pan para su familia. Contaba que había salido huyendo de su pueblo porque a los 16 años había matado a un cacique que había intentado mancillar a una de sus hermanas, en la lejana época de la revolución era una práctica muy común, pero eso no significaba que no hubiera valientes que se rebelaran y tomaran la justicia, que nunca llegaría de otro lado, en sus propias manos. En las largas, calurosas y húmedas noches del verano nos contaba historias de la revolución, nos platicaba que después de huir de su pueblo había peregrinado de vagón en vagón hasta llegar al estado en donde por fin se asentó una vez terminada la guerra civil en el país, una ciudad en donde se destacó construyendo casas y hasta edificios; cuando viajábamos a la ciudad nos señalaba aquellos en los que había participado en la construcción. Años después de su muerte, al pasar de nuevo por aquellos edificios nos sentíamos orgullosos de saber que el abuelo los había levantado. Cuando conoció a mi abuela, él andaba dejando los cincuenta y ella andaba en los 40. Aún así, el abuelo nos duró hasta pasaditos los ochenta, como dije antes era un roble de cáscara dura, pero con el interior de dulce miel. Ahora que lo recuerdo, el oficio de cuenta cuentos lo aprendí de él y por eso también, uno de mis grandes placeres es pasar la tarde escuchando las historias de esas fuentes de sabiduría a las que llamamos “Los mayores”. Yo llegué tarde a la vida del abuelo, apenas recuerdo unos pocos años, como aquel año completo que lo vi comandando a varios albañiles en la construcción de la casa de ladrillo que él mismo diseñó y levantó para pasar sus últimos años en un pueblo de reciente creación en compañía de su ultimo Amor: mi abuela. La levantó justo a tiempo, porque a unos meses de que le pusieran las ventanas, un ciclón, el más fuerte en toda su historia, azotó el estado y derribó la casa de lámina y madera en la que hasta entonces habían vivido los abuelos. Cuando la edad ya no le permitió hacer la mezcla de cemento y piedra, se empleó por un tiempo como velador en una bodega de maquinaria y semillas. En cuanto daban las 7 de la noche se iba a cubrir su turno y regresaba al amanecer. Mi abuela y yo íbamos a llevarle cena y café recién hechos como a las 9 de la noche. Mi abuelo había sido un Don Juan y un caballero andante que ayudaba a quien se lo pidiera, en especial si llevaba faldas, aún perdido en aquel pueblo tan lejos de Dios y tan cerca de la Virgen de Guadalupe, llegaban a buscarlo viejos amores. No fueron pocas las veces que mi abuela, esa adorable viejecilla para todos sus nietos y bisnietos, desgreñó a más de una advenediza para incentivarla a no volver a pisar jamás el pueblo en busca del dinero del abuelo. Esas y otras escenas de fiera defensa ayudaron a que mi abuelo olvidara poco a poco sus viejas glorias y su noble hábito de abrir la cartera para obsequiar, lo que en opinión de su mujer, era su patrimonio.

El anciano

Mi abuelo era un hombre de poca educación y gran sabiduría, pero también de muchos prejuicios. Al menos así lo juzgué por mucho tiempo hasta que la edad y la experiencia me ayudaron a comprenderlos, quizá no a justificarlos. Con la seguridad que da el colmillo de los años disparaba un lapidario “ese cabrón es joto”, “a ese pobre lo engaña la mujer”, “ningún cojo o manco es buena persona, todos son traicioneros”, “esa vieja es puta”. Ni duda cabe que era muy expresivo y crudo en sus suposiciones, por años creí que eran solo prejuicios sin más fundamento que su ignorancia e incultura para entender las formas que unos tiempos que ya no eran los suyos traían consigo. El tiempo, que todo lo pone en su lugar, me permitió comprobar o desechar muchos de los prejuicios de mi abuelo. Aquel que él había dicho que era homosexual, con el tiempo se supo o lo supe que sí lo era. Le atinó con varios del pueblo y hasta con un cantante que empezaba a ser muy famoso, del cual acepté su inclinación sexual muchos años después de haber sido publicado un libro escrito por un ex amante que contaba con lujo de detalles y fotos la historia de su vida juntos, hasta ese instante que leí aquel libro me cayó el veinte que el abuelo había tenido razón y que yo me había encerrado en mi postura defensora a una personalidad delicada y afeminada de aquel cantautor como signo de sensibilidad y pulcritud, no como lo que a todas luces era. Recuerdo también el caso de una mujer de la que mi abuelo decía, sin más ni más, que era una puta y que engañaba al marido con quien se pudiera. Años después cuando tuve edad suficiente, una vez más, comprobé que efectivamente, la H. Señora de fulano tenía un largo historial en el pueblo y yo había sido el único que la defendía inocentemente en mis pensamientos. Aquella señora me cuidó muchas veces, mientras el abuelo estaba en el hospital y mi abuela pasaba los días y las noches cuidándolo. Aquella linda y servicial señora, estaba casada con un hombre que le llevaba 24 años. Cuando ella estaba en su apogeo entre los 30 y 40 años, aquel hombre, su marido, ya casi era un anciano. Sí, mi abuelo me enseñó a conocer el prejuicio, también a rehuir los tatuajes y el cabello largo. Decía que los que usaban el pelo largo eran maricas y los tatuados eran unos vagos sin oficio ni beneficio. A la fecha nunca he podido usar el cabello largo o hacerme un tatuaje. Aunque he superado el prejuicio sobre los que los portan.

Mi abuelo me enseñó también, sin imaginarlo, a repudiar el uso de muchas palabras que para él eran de uso común, era malhablado, como lo eran todos los hombres del pueblo  que compartían un mismo estilo de vida. Creo que en la primaria a la que yo asistía, una escuela de rancho, era el único chamaco que usaba un léxico amplio y casi ni decía groserías, digo casi, porque cuando me enojaba, exhibía el más florido y amplio repertorio. Como cuando me operaron de las amígdalas y les dije a los doctores: “Por qué me encueran, hijos de la chingada, si estoy enfermo de la garganta no de los huevos”. Por años se ha contado, para vergüenza mía, esa anécdota en la familia.  Me acostumbré a no usar algunas palabras que desde que las conocí, yo mismo me tuve prohibidas de utilizar de ahí en adelante. Pero aquello fue a una edad muy temprana, antes de que a mitad del ciclo de primaria me regresaron a la ciudad para estudiar los años restantes, porque el abuelo no salía del hospital y yo no podía seguir quedándome al cuidado de las vecinas por más tiempo. En la ciudad me alejé por completo del uso de las groserías y la “educación sexual” basada en lo que se veía en los animales. La animadversión a ciertas palabras muy mexicanas cobró fuerza en la adolescencia, cuando mis amigos las usaban para sentirse importantes, los muy grandes y yo solo los veía como unos patanes en potencia incultos y vulgares. Yo que leía desde los cuatro años y que para los diez ya devoraba cuanto libro caía en mis manos, cómo me iba a permitir el traspié de usar un lenguaje tan soez para referirme a los genitales de hombres y mujeres. No señor, jamás, no en esta vida, nunca enfrente de una dama.

Pasaron muchas décadas, algunas canas llegaron a mis sienes, la madurez a mis pasos y mis letras. Llegué a un lugar nuevo, a una red social en la que se le rendía culto a las obscenidades, no solo eran usadas por los hombres, sino también descarada y vulgarmente por las mujeres. Tuiteros y tuiteras componían sus frases usando uno y otro sinónimo coloquial para pene y vagina. Aquel tuitstar mandaba a esta o aquella mujer a la V. ahí voy yo, caballero andante a defenderla, solo para toparme con la burla de ella y su explicación de que el tipejo este con miles de seguidores la quería mucho y esa era su forma de demostrárselo. No fueron pocas las mujeres a las que tan pronto las seguía, al poco tiempo les daba también Unfollow por su forma vulgar de expresarse. En mi torcido código de honor, no estaba bien visto que una mujer hablara como verdulera y por más linda o carismática que fuera la tuitera, dejaba de seguirla automáticamente si publicaba un tuit con la gran V.

BibCLqeIgAA1Xf0

Pero esto no podía continuar por mucho tiempo, a solo unos meses de mi llegada a Twitter me di cuenta que se me estaba escapando algo en el uso moderno del lenguaje. Llegado un punto entendí que si seguía dando UF a todo aquel que usara ambas palabras, pronto no iba a tener a quien seguir. Debo aclarar, en defensa de mis amigos tuiteros que ahora sigo, que en ese entonces solo conocía a los tuitstars, por lo que pensaba que todos los tuiteros escribían y hablaban como ellos. Al cabo de un año en Twitter, después de leer a los @SolorPorJoder, @InstintoPuro, @Destilador y @AICaponne, por mencionar algunos, sucedió lo increíble, me insensibilicé ante el uso de la gran V. Pasó sin darme por enterado, llegado a cierto punto de mi vida tuitera noté que empecé a reír de los tuits en los que usaban la V. como cualquier otra manera para referirse al pene, el uso del término estaba completamente alejado del significado vulgar y sexual con el que lo había relacionado desde mi niñez, las expresiones altisonantes del abuelo que nunca fui capaz de escuchar sin reprobarlas, las charlas privadas de mis amigos en la preparatoria cuando relataban sus hazañas con lujo de detalles verbales y físicos. En algún momento, entre el Fav y el RT descubrí que Twitter me había enseñado a leer sin reproche ni morbo una palabra que por décadas había criticado, aborrecido y evitado en todo momento de mi vida. Ni siquiera en esos momentos de intimidad, calor y urgencia me había permitido usarlas jamás y por supuesto, tampoco que las usaran conmigo. Hasta que llegó el día que Twitter me acompañó hacia una nueva etapa personal, en el descubrimiento de la pureza y plenitud del lenguaje más allá de las fronteras entre países, me tomó de la mano y encaminó hacia el entendimiento de la universalidad de un término que no solo podía tener la connotación que aprendí en mi niñez, sino también el significado amplio y basto de nuestra masculinidad, que no había en todo el idioma español una palabra capaz de ocupar todos los espacios, cubrir todas las expectativas, elevar el erotismo a su nivel más salvaje y arrebatado, detentar el lugar máximo para ese órgano viril que necesitaba de una palabra que lo definiera en todos los sentidos y en todos los ámbitos, a la que se le había quedado a deber con ese término tan científico y simple: Pene, pero tan poco irreverente, descarado, intenso, salvaje, mítico, desgarrador y perturbador que resultaba para usarse en la cama, en las fantasías, en la literatura, en los chats y el sexo telefónico. Frases como “Méteme el pene”, “Traigo el pene bien duro”, “Qué rico tienes el pene”, se transforman en bombas nucleares cambiando tan solo el término. Hagan la prueba, queridos lectores. Twitter cambió para siempre mi paradigma respecto a la V. no solo podía leerla en frases, reír de ella, sino que llegada la ocasión, pude usarla sin remordimiento, sin vergüenza y sin autocensura. La puse en frases en Twitter y en mi libro en forma directa o indirecta: “Te la voy a meter tan adentro que vas a sentir que te sobra el mundo”. La usé libre de tapujos y moralina en algunos relatos de mi libro. Contagiando mis letras, con mi pluma liberada de una intensidad y primitivismo del que, sin darme cuenta, carecían anteriormente.

tumblr_ms96qgiAtl1rwai7ao1_500

“Sabina, subía y bajaba, se tallaba hacia un sentido y luego hacia el otro, gemía y lo maldecía con el filo de sus uñas, sentía la ola del orgasmo elevándose rápidamente, estaba a punto de alcanzarlo, solo un poquito más de esa carne, de esos latidos calientes, entonces sintió su dedo húmedo, resbalando un centímetro de yema hacia dentro de sus nalgas. Quiso resistirse, pero aquel placer era nuevo, profano y desquiciante, solo atinó a buscar refugio en su cuello, besándoselo y jadeándole con las orillas del orgasmo, incrementó el vaivén de su cadera, se clavó más adentro sobre aquel dedo invasor y explotó en toda su intensidad, en una onda expansiva de emociones y sensaciones al dejarse caer casi rendida sobre el miembro del cretino, quien sintió como lo mojaban en abundancia y se renovó con su estado empapado, empujó y empujó hacia arriba con sus caderas, hacia dentro con su dedo, con su verga, con todo su fuelle de hombre hasta provocarle otro orgasmo a Sabina, más centellante y arrollador que el primero, y luego un tercero cuando sintió las balas calientes del cretino pegando en los muros mojados de su laberinto, con sus gruñidos de jabalí agónico grabándose para siempre en la memoria de ella.” Extracto de KM13 del libro «Con las Alas en Llamas».

Finalmente, la utilicé en el lugar más adecuado del mundo: en la cama. ¿Mi acompañante se escandalizó? ¿Se enfrió de improviso o rompió el lazo por el uso de aquella “vulgaridad”? por supuesto que no, al contrario, se encendió más por el simple hecho de escucharme en un susurro húmedo y caliente, pegadito al oído, acompañado de la estimulación correcta: “cabálgame en la verga, querida, que para eso es solo tuya”, aquel mar se multiplicó alrededor de mi piel, la liberó de mi censura para usarla verbalmente entre jadeos y gemidos en mi oído, no solo para disfrutarla con sus manos, sus dedos, sus labios y sus otros labios. ¿Quieres ver, estimado lector, el efecto del término en tu vida sexual? Úsalo, con la persona correcta y en el momento ideal. Presenciarás y saborearás resultados únicos y asombrosos.

Bno4FrkCcAAC-qS

Por supuesto, aun quedan trincheras sin franquear. Todavía no soy capaz de soltar un espontáneo “vete a la verga” o “me vale verga” a nadie, sea hombre o mujer. Pero esto tiene más que ver con mis códigos de respeto hacia las personas que con la palabra “Verga” en sí misma, pues lo mismo aplica con otros términos sustitutos en las mismas frases. Mucho se habla que las redes sociales nos afectan el desenvolvimiento social, la moral y los valores, que incluso nos cambian la percepción de la realidad y derrumban muchas fronteras. Pero poco se habla de la manera que influye en el uso del lenguaje. En mi caso, no solo me enseñó a superar mis tabúes, también me ha enseñado a escribir mejor, a acentuar correctamente las palabras, el uso de la puntuación y los signos de interrogación, a evitar el uso desmedido de los puntos suspensivos. A ampliar mi vocabulario, a hacerlo simple cuando se trata de frases de 140 caracteres, a transformarlo en amplio y complejo cuando se requiere en mi blog o en cierto pasaje de un libro. Haciendo un balance, Twitter me ha remontado a mis orígenes, me ha obligado a reinventarme, me ha ayudado a evolucionar para convertirme en una mejor versión de mi mismo. Gracias a Twitter y mis 5 lectores ahora puedo decir con orgullo que soy escritor salido del medio virtual, sé, sin lugar a dudas que soy un mejor escritor al que era antes de mi llegada a esta red social. ¿Y a usted, amigo lector, le ha beneficiado esta red social?

Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de parejas.

Llévate la guía gratuita: «10 errores típicos al iniciar una nueva relación».

Únete gratis a mi Telegram.

Te compartiré contenido e información de mi podcast, programa de radio y blog.

Recomendado:

14 respuestas a «Twitter y las palabras»

  1. A mi las redes sociales me ah ayudado a adentrarme mas al mundo de los libros que gracias a eso lo conoci como escritor :3

  2. Me encanta lo que escribes, no se si esté disponible en Colombia, pero lo voy a conseguir!!!

  3. Me tienes encantada y excitada!!! Quiero conseguir el libro!!! Besos!!!!

  4. Las palabras adecuadas, en el momento adecuado: toda una sinfonía en los oídos de quien las escucha.

  5. Me encantó leer algo diferente y sin decir «agua va», aterrizar quedito al terreno sexual. ¿Qué sería de nosotros sin esas historias que van formando nuestra personalidad? Reí al recordar las galletas de animalitos, más cuando intentabas rescatarlas con la cuchara. Recordé muchas cosas, me recordaste a mi misma diciendo mi mayor grosería cotidiana «carajo»!!, pero pobre del hombre que me haga ver mi suerte porque sin titubeo ampliaré mi vocabulario jaja. Creo que cada herramienta se adecua a nuestras necesidades y hay gente que pasa sin pena ni gloria por twitter, otros diciendo estupidez y media y teniendo quien les aplauda. Por más que he querido, me es imposible darle RT a un tuit con palabras subidas de tono, y qué decir de tus tuits cargados de contenido sexual, los cuales han hecho mi listado de FAVS! Me da gusto saber, que aún hay gente interesada en conservar el respeto hacia los demás y se agradece leer buena redacción, ortografía y puntuación. Alguien se rió de mi la vez que publiqué que «la buena ortografía enamora», pero es verdad, revela parte de la personalidad y en lo personal me encanta. Besos Renko!

  6. Me encanto y quiero tu libro para ya y la verdad es que si! muchisimo, me acabo de beneficiar ahora aqui contigo.

  7. […] de un hombre Twitter y las palabras Los caminos para […]

  8. […] mentira en las redes sociales Carta de un hombre Twitter y las palabras Los caminos para […]

  9. Desde que era niña y escuché por primera vez la palabra Verga generó en mi una extraña fascinación,la había dicho Chava mi vecino de a lado un joven unos años mayor que yo, serrano y robusto que meses más tarde me intimidó con la amenaza de que si descubría un secreto por mi conocido diría al barrio que yo había dicho esa obscena palabra. Me aterroricé era una palabra hasta hace un par de años prohibida para mi familia de siete hermanas y lenguaje entre mojigatamente vulgar y retrógradamente propio, me declaro culpable de introducir palabras en el repertorio fraterno tales como culera ( cuando las otras 6 me dejaron fuera de sus planes) y otras tantas que con resistencia hicieron suyas. Muchos años pasaron, más de 30 en que oí por boca de Chava esa palabra, siempre deseé usarla más nunca me parecía adecuada. En medio de una mala relación, peleas, entre las cuales mi hijo llegó con el regaló alas en llamas en sus manos y mirandome abatida me señalo «te gustará». Y tuvo razón, con tu libro empecé a sentir un hilo de libertad interior, me sentí sensual, desbordada, alada. Decidida a todo confronté a mi pareja y cuando un día estaba en la puerta a punto de dar un paso hacia el final, confieso que un día antes había leído tu columna TWITTER y LAS PALABRAS y en mi cerebro sonaba esa palabra una y otra vez. Entonces le dije como corolario de todas nuestras batallas, ojalá te des cuenta que tenías mi vida en tus manos y la mandaste a la VERGA» hubo un silencio tan profundo que sentí lo confieso un poco de pánico en ese momento, él se dió la media vuelta tenía la sonrisa más espectacular que jamás le había conocido y soltó la carcajada más sonora y cascabelera jamás escuchada ¿dijiste VERGA? Me dijo y repetía entre risas una y otra vez ¿ verga, tu la maestra de lenguaje, la purista, dijiste verga?
    Me besó los labios, después todo lo que quiso y pudo y jamás se fue. Así que, te declaro culpable Germán Renko de reconciliarme con mi pasado, con Chava y con la palabra verga a través de tu columna. Gracias ya no solo por las llamas, las alas, los kms, el erotismo y la fantasía, gracias por trascender en mi vida a través de tus palabras.

    Respetuosa y cariñosamente
    @Mariguafa

  10. […] de una charla La mentira en las redes sociales Twitter y las palabras Los caminos para […]

  11. […] tercera cita Extractos de una charla La mentira en las redes sociales Twitter y las palabras Los caminos para […]

  12. No se donde estés, tampoco se en que huso horario te encuentras, pero espero que hayas visto el atardecer de hoy. Fue un atardecer naranja, te lo digo por que hay atardeceres que se pintan de rojo y otros bañados en una luz mortecina y gris, ignoro si la gente se detiene para ver esto pero espero de verdad que sí.
    Te diré que comencé a leerte sin buscarte y Twitter pasó de tener publicaciones banales a tener un motivo y sentido,sinceramente te felicito,eres de esos escritores que te enamoran, haces sentir todas y cada una de esas palabras.
    Todos los días busco y encuentro los hilos de tus pensamientos, mil gracias además por compartirlos con nosotros.
    Encuentro gracioso el hecho de que la mayoría de los hombres que tienen conocimiento de este tipo de lectura se sientan ofendidos o cohibidos ante el hecho de que las mujeres se sientan, y me permito hablar por todas mi amigas, fascinadas, pero sabes, lo que yo pienso es que se intimidan,pintas en tus letras a un tipo de hombre que nosotros buscamos y que ellos no se esfuerzan en ser.
    Y es que tan fácil que es como para nosotras ser en su extensión una mujer como para ellos debería serlo el ser un hombre.
    Tienes una luz en tus ojos,es como si tuvieses atrapadas a miles de avellanas y aunque tu rostro es esquisto, me da tristeza no poder ver ese efecto en tus fotos y conformarme en tu blanco y negro.
    Debo de admitir que no he conseguido tu libro, ya que lamentablemente vivo en una ciudad donde la lectura no es una prioridad, me encuentro con ansias e impaciente de quemarme y tener a tus alas en llamas en mis manos lo más pronto que se posible.Otra confesión es que me he abstenido de escribirte en Twitter por temor a que no me leas y las letras se pierdan,hoy decidí no dejar pasar más tiempo.
    Te deseo mucho éxito en todas tu obras y por lo que veo es lo que esta previsto en tu futuro, aprende a saber lo que arrojarás al fuego,sus cenizas te perseguirán. La cosecha de tu escritura y su impacto en la sociedad te persigue en estos momentos.
    Tuya fielmente por que me has ganado… Fabiola Reyes.

  13. […] tercera cita La mentira en las redes sociales Twitter y las palabras Los caminos para […]

  14. […] de un hombreTwitter y las palabrasLos caminos para […]

Responder a María PéCancelar respuesta

En tendencia

Descubre más desde Conexión Consciente

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo