Hay días en los que no soy yo, apenas me reconozco; me desplazo entre las horas y la inercia de una vida tejida de decisiones y consecuencias. Es como si en mí coexistieran dos hombres: uno que lleva las riendas de mi vida y otro, un fugitivo que aparece de algún rincón para disfrutarla, haciendo cosas tan simples como escribir desde el alma. Hoy soy yo; ese fugitivo que toma la pluma y desata sus pensamientos, que conecta con su pasado, tomándolo con ternura y nostalgia para observarlo desde una nueva perspectiva. Me sorprende cuánto tiempo ha pasado sin recordarlo, como probar un postre o un panecillo después de años y descubrirle un sabor que antes había pasado desapercibido. En ese atisbo de una consciencia olvidada, me encuentro con las versiones de quien fui y que quedaron en el camino, dejando el presente al hombre que lleva las riendas de mi vida: el padre, el profesional, el amigo, el hermano, la figura pública. Ese hombre soy yo, pero no por completo; le falta esta parte que, rezagada por la inercia de la vida, surge como un adolescente para quien cualquier estímulo, sensorial o mental, es novedoso. Me gusta ser ese yo, el que se desconecta del mundo y de su vida para ser simplemente esencia, espíritu, energía vital. Sería maravilloso poder habitar en este estado de consciencia pura, conectar con nuestros anhelos más profundos y los placeres más simples: volar en sueños, captar el aroma del aire, sentir la mente libre de cadenas y el cuerpo ausente de achaques. Por supuesto, este estado de independencia terrenal solo se alcanza por unos minutos, quizá unas horas. Para los más jóvenes, o para quienes se resisten a madurar, tal vez sea un estado más constante… hasta que la vida los alcanza y pierden la capacidad de sentirse así de libres todo el tiempo. “Debo irme,” le digo a la consciencia; es momento de ceder el foco al hombre que lleva las riendas, quien alimenta y cuida a todas las versiones de mí que habitan en mi mente. Él es el responsable de esas versiones más pequeñas que tiran, empujan y reclaman atención desde su dependencia y necesidades por satisfacer. Sonrío: la inercia y la rutina también están llenas de risas, placeres y momentos irrenunciables.

Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de pareja.

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2 respuestas a “El otro yo”

  1. Avatar de Mercedes Aurora González Abreu
    Mercedes Aurora González Abreu

    Me gustó mucho el otro yo. La forma tan humorística de tratarte. Me agrada mucho al final del día recordar y captar mi parte no esperada de mi, en las situaciones diarias. Aparentemente simple. Desde la covid, creo que me hizo mucho bien estar a solas conmigo. Tuve períodos fuertes, me dio covid, la familia conversábamos más. Sin embargo, a pesar de estar unidos en los duelos por las pérdidas. Fue un camino enriquecedor y de acompañamiento.
    ☀️ Cuando lo necesito he acudido a Terapia. Es un proceso de revisión qué lo recomiendo. Sin embargo reconozco que muchos no tienen receptividad a hacerlo. Me gusta mucho seguir a los profesionales como ud. Dr. A. R. más que leer msj’s creo que son cheking importantes.
    Abrazo de corazón desde 🇻🇪

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