El camarero llega con la botella de vino y llena de nuevo las copas de tinto, la comida ha estado deliciosa, hemos ordenado una pasta italiana en crema, sabrosísima, sin contar la ensalada que la antecedió, que también estuvo exquisita. La plática y la coquetería no han estado ausentes en ningún momento, sin embargo, hemos acordado tácitamente hablar de otros temas antes que de nosotros mismos. Veo tus ojos coquetos y como introduces la comida en tu boca con monería, a sabiendas que te observo. Y yo, cada vez que paladeo el vino, pienso en el rojo de tus labios y lo mucho que me provoca besarlos, chuparlos lentamente. No requiero decírtelo, pareces leerlo en mis ojos que brillan al reflejo de la luz provocada por tu sensualidad de mujer.

Abandonamos el lugar y salimos caminando rumbo al coche, estamos acercándonos a éste, cuando recibes una llamada. Es él quien te llama, lo sé, su voz me llega a pesar de la distancia, me distraigo a propósito observando el jardín y dándote un poco de falsa privacidad. Tendría que alejarme muchísimo para no deducir por tu respuesta que te pregunta dónde estás. Que bueno que estoy de espalda, así no ves mi sonrisa triunfal al oír la excusa que le has dado. Cuando nos vemos, poco hablamos de él, yo por mantener nuestro propio espacio libre de su órbita y tú porque gustas de aprovechar mejor nuestro tiempo juntos.

Finalmente has colgado, se que nos queda poco tiempo y es hora de partir, abordamos el coche y antes de tomar camino, te miro a los ojos y tomando tu cara entre mis manos la jalo hacia mí y me acerco al mismo tiempo para darte un beso, el beso que llevo rato esperando dar y recibir. Besas con ferocidad, con ansia, como si la vida se te fuera en ella, soy adicto al erotismo de tus besos y a responderte en la misma intensidad, vicioso de la cachondez de tus labios y tu lengua. En cada beso siento como la sangre se me agolpa en zona de guerra, ¿sabes? me cuesta enorme separarme de tu boca y cuando lo hago veo como te chupas el labio inferior humedeciéndolo y entreabriendo tus ojos y regresando a la realidad.

Me dices con voz subyugada por la pasión y a la vez astuta «¿Así es como marcas territorio verdad?», «¿Crees que no sé que lo haces por la llamada que recibí?», suelto una carcajada al oír el tono de tu voz y la intención con la que lo dices. Te digo con sonrisa picara, «¿Crees que sería capaz?», «De eso y mucho más, te conozco Germán, se cómo trabaja tu cabecita loca», replicas,. Adoro a una mujer que es capaz de jugar esgrima mental conmigo. Mas aún así te digo la otra parte de la verdad, te cuento sobre el deseo acumulado de besar tu boca desde que te observaba llevando el tenedor a ella. Me dices que es probable que sea cierto, aunque está segura que la intensidad de mis besos se debe haber visto afectada de igual forma por la llamada. Melosa me das un beso en el cuello y me dices cerca del oído, «Me excitas cuando me marcas con tus besos».

Encendí el coche a instancia tuya y regañadientes míos y tomamos camino. Llegamos al estacionamiento del lugar donde laboro, donde había quedado estacionado tu coche, apagué el motor y no bien lo hice me acerque para besarte, tus labios me esperaban, durante el camino había acariciado tu pierna y sabía que sabías que no bien estacionara el coche, te buscaría. Los encontré calientes, solo un poco menos que el interior de tu boca y que tu lengua. Empezamos a besarnos con la desesperación de dos amantes enamorados y conscientes de la premura del tiempo.

En unos minutos te irías, mi mano perversa y audaz inició el recorrido de tu pierna, sin siquiera recibir instrucciones mías. Fue subiendo y subiendo mientras mis labios y mi lengua te distraían. Si dejabas de besarme dejabas de sentir los inquietantes cosquilleos recorriéndote las piernas y tu cuerpo por entero. Si dabas muestras de percatarte de las intenciones de mi mano podías bien detener su recorrido. Así que la dejaste fluir con la rapacidad de un felino, acercándose poco a poco hasta su presa.

Al llegar a la tela de tus interiores, con cuidado un dedo la hizo a un lado y siguió subiendo.

Un gemido se escapó de tu boca al sentir mis dedos hundirse en el fuego de tu entrepierna, separando la carne y hundiéndose sin remedio en lava hirviente, en la espesura de tus jugos, y acariciando las paredes de ese volcán. Te acaricié sin dejar de besarte, hasta que la tela se humedeció por completo y hasta que mis labios los sentí hinchados de besar los tuyos.

El tiempo dejó de correr, tu mano tanteó en mi pantalón, buscando el objeto de su desesperación y por encima de la estorbosa ropa lo tocaste y saludaste, insatisfecha, empezaste a buscar cómo brincar el obstáculo y metiste tu mano por encima del pantalón. Mi vientre cooperó sumiéndose para permitir el fácil acceso a tu mano , no bien llegaste a tu destino, encontraste que ya te esperaban y la intensidad del movimiento de mi mano debajo de ti,  te dio a entender cuanto.

Con el deseo en cada una de mis palabras te dije que deseaba hacer más que eso y me contestaste “vamos dentro de tu oficina, antes que me arrepienta”, en el aire quedó flotando un: «y que tenga que irme porque me esperan».

Nos medio acomodamos las ropas y nos metimos a las desiertas instalaciones, sin prender las luces nos fuimos directamente hasta mi oficina. Te despojaste de tu ropa y quedaste completamente desnuda, una afrodita divina y ansiosa de mí, y yo tan solo un humano, intensamente deseoso de ti. Me despojé de mi ropa y nos fundimos en un abrazo desnudo, permitiendo que nuestras pieles se tocaran, con una mano acariciabas y hurgabas en mi bajo vientre, en la torre de control del aeropuerto erógeno en que se convierte mi cuerpo cuando me entrego al sexo, mientras mis manos finalmente acariciaban tus senos, erguidos y excitados; contentos de ser estimulados también, apenas iluminados por la luz de alguna lampara que se colaba hasta nosotros.

Nos besamos con besos húmedos, ensalivados, arrebatados por la pasión y la locura de nuestras ganas, me dijiste ¡te quiero ya!, te tomé de la cintura y te puse de espaldas sobre el escritorio, al recargarte en él, acaricié tu espalda y tu cintura y con fuerza me refugié dentro de ti, dentro tu cueva en llamas. Con mis manos te impulsaba hacia delante y con ella mismas te jalaba hacia mí. Estremecidos y hambrientos siempre de más, nuestros sexos se entregaban a la grata actividad de acariciarse en cada movimiento. Mi excitación me daba fuerzas para bombear con fuerza, con frenesí y tus gemidos me enardecían aún más.

Después de unos minutos te despegaste del escritorio, echándonos hacia atrás y me llevaste al suelo; en donde me tiraste con suavidad, con soltura me montaste y recuperaste la conexión de nuestros sexos. En unos segundos estaban unidas nuestras ganas, empezaste a tallarte sobre mí, con un ritmo exquisito, desquiciante y placentero a la vez.

Miré tus ojos cerrados y en éxtasis, una diosa de la noche en grito, acercándose al orgasmo con rapidez. Observé tus senos , ¡ah, cuanto me gusta verlos en ese feliz momento!, conforme te estremeces, por sus puntas pasan todos los tonos que les conozco, se encogen y se ponen de un oscuro comprimido; cuando te lo he dicho siempre ríes.

El bamboleo incesante de tu cadera era rápido y certero, tallando justo dónde tu centro lo demandaba, quise ayudarte y con tus manos me devolviste al suelo, acariciaste mi pecho, indicándome que no hacía falta nada, que ésta vez era yo el tomado y tú, quien me poseía.

La velocidad empezaba a decrecer, tornándose en lentitud e intensidad combinada, luego una tanda de movimientos rápidos, y de nuevo lentos, hasta que fue imposible postergarlo más, en ese instante, cambiaste a quinta y tomaste la pista para despegar en mi aeropuerto hacia el orgasmo, llevándonos a ambos a buena altura. Me abandoné a la sensación por completo, cerré los ojos y apreté las piernas para potenciar las sensaciones y para darte mayor plenitud en mi firmeza, para disfrutar tus últimos apretones, tus mejores gemidos, los mas agónicos y te di mis mejores exclamaciones de placer, las arrancadas en cada tallada y por cada subida sobre mi extensión, para volver a caer en tu húmedo recorrido y volver a tallar y sentirnos vivos. Explotaste y descargaste todo tu interior sobre la torre y mientras seguías moviéndote exploté dentro inundándote de mi lluvia ácida. Aún absortos por el placer, te recargaste sobre mi pecho y dijiste: «Condenado, bien que sabes salirte con la tuya», te sonreí y alegué demencia, me dijiste: «sabías que me tenía que ir y me has mandado bien atendida, es otra forma de marcar territorio, ¿no?». Una carcajada bandida fue mi respuesta y un beso tierno en mis labios fue la tuya, acompañado de un: «Me encantas, ¿lo sabes?».

Nos vestimos con mucha más calma que cuando nos habíamos despojado de las ropas. Esta vez no hubo arrumacos, no hubo cariñitos y besitos, mientras descansábamos; tenías que irte, alguien esperaba por ti y respetuoso de las formas guardé silencio, sabiendo tu destino, solo te despedí con un beso de labios entreabiertos y un hasta luego. Mientras te alejabas, en mi mente se grabaron tus mejillas chapeteadas por nuestra incursión en mi oficina; al día siguiente seguirías ahí y sería un deleite trabajar viéndote como un fantasma, dejándote marcar por mis besos.

Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de parejas.

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16 respuestas a «Marcando territorio»

  1. Excitante. ¡Gracias!

  2. Gracias! Líneas frescas… Me recordó cierta historia en Santiago de Chile.
    Renko, te saludo desde el fin del mundo…

  3. De esas historias q con tan solo leer… Encienden!!

  4. Delicioso relato.

  5. Haces de una tortuosa espera en la sala de un aeropuerto, algo placentero… Nadie podria imaginar que en estos momentos estoy haciendo el amor, frente a todos. Tus palabras, son el aceite que esta vez, calienta mi mente en lugar de mi cuerpo…

  6. Me deje llevar por la imaginación, usurpe el lugar de ella,virtualmente me entregue a ti y me abandone al placer que sentía mi cuerpo,de pronto mis ganas se desbordaron mientras un gemido salia difícilmente de entre mis labios apretados para evitar que alguien me escuchara,esta noche fui tuya y te sentí mio,hoy virtualmente estuve entre tus brazos Renko,gracias por este momento de placer y erotismo.

  7. Avatar de @escribodistinto
    @escribodistinto

    Sin palabras, sencillamente estupendo. Te robastes 10 minutos de mi noche Renko.

  8. UFFFFFFFFFFFFFFFFFFF todo lo imagine………

  9. Excelentemente bien escrito,,. !! Muy bueno.

  10. Exquisito leerlo. Sin duda sabe usted como despertar el deseo de una mente tranquila.

  11. Majestuoso!!!!

  12. Supeer visual, excelente!

  13. Germán, son las 2:00 am, y has hecho que colapse de ganas en un torbellino de sensaciones irracionables. Mi cuerpo te lo agradece y te recordará siempre.

    Besitos dulces, sonrisa de mi vida.

  14. 👏👏👏me encantó la ame quedé con ese sabor a más….
    Es increíble como escribe y lo que puedes Llegar a sentir al leerla, extraordinariamente fascinante esa capacidad para comunicarse a través del texto
    Y mente, piel con el lector. Una riqueza verbal, de gran inteligencia….
    Siempre será un placer leerle gracias.

  15. Es increíble como escribe y lo que puedes a llegar a sentir al leerla,una riqueza verbal de gran inteligencia con erotismo sutil y sensual que seduce enamora 😍 y deja con ese sabor a más…
    Gracias arkrenko que placer leerle.

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