Me dan compasión los hombres migajeros

Cómo el deseo de “ganarse el amor” termina por alejarnos del amor real

Me dan compasión los hombres migajeros.
Los que se conforman con migajas de atención de una mujer creyendo que así es el amor: “conquistarla”, “ganarla”.
Los que piensan que dar más los hará más amados.

Lo digo con conocimiento de causa: yo también lo fui.

Durante años creí que amar era darlo todo.
Me desvivía por hacerla feliz: detalles, regalos, mensajes, resolverle los problemas antes de que los tuviera.
Pensaba que si era más amable, más atento o más comprensivo, al final ella terminaría amándome con la misma intensidad.

Pero no fue así.
Cuanto más me esforzaba, menos reciprocidad había.
Y con el tiempo, empecé a acumular resentimiento.
No por lo que hacía, sino por lo que esperaba que hiciera a cambio.
Eso que muchas veces confundimos con “dar amor” era, en realidad, una manera desesperada de buscar validación.


💔 Lo que en realidad había detrás

Con la terapia entendí algo que me cambió la vida:
no estaba amando, estaba intentando ser suficiente para alguien que nunca me vio desde el mismo lugar.
Eso no era amor, era carencia.
Era mi necesidad de sentirme elegido.
Y nadie puede construir una relación sana desde la necesidad.

El amor no se compra con esfuerzo, ni se gana con sacrificio.
El amor sano se elige, se construye y se cuida desde la libertad.


📜 ¿De dónde viene la idea de “ganarse” el amor?

Esta creencia no nace en ti: se hereda culturalmente.

En Occidente, el guion de “conquistar” y “ganarse” el amor se remonta a la Edad Media, con la invención literaria del amor cortés (fin’amor), nacido en el sur de Francia entre los siglos XI y XII.
Los trovadores describían al caballero que sirve, realiza hazañas y demuestra su lealtad para merecer el favor de una dama idealizada, muchas veces inalcanzable.

Como señala C.S. Lewis, el amor cortés se basaba en humildad, obediencia y devoción, donde el hombre se arrodilla simbólicamente ante la mujer, tratando de “ganarse su amor” a través de su conducta.
Ese modelo romántico —mezcla de poesía y sumisión— se instaló en el inconsciente colectivo masculino durante siglos.

El historiador Georges Duby explica que esta narrativa convivía con una realidad muy distinta: el matrimonio no era un asunto del corazón, sino un contrato social y político.
El “amor ganado” era, en el fondo, una metáfora de jerarquía, un teatro donde el hombre debía probar su valía frente a una mujer elevada a objeto de culto.

Siglos más tarde, durante la época victoriana, esa idea resurgió bajo formas más refinadas: manuales de etiqueta, rituales de cortejo, cartas, flores, promesas.
El amor se volvió un proceso de “demostración” y el afecto, un premio que debía merecerse con esfuerzo y paciencia.

Y aunque el tiempo cambió los escenarios, el guion sigue vivo.
En el siglo XX, el cine y la cultura pop mantuvieron la narrativa del hombre que insiste, persiste y conquista, como si el amor fuera una batalla que se gana, no un encuentro que se construye.

Conclusión

El “tener que ganarse” el amor es un guion histórico, no una ley emocional.
Sirvió en su época para sostener jerarquías sociales y roles rígidos de género, pero hoy produce vínculos desiguales, donde uno da desde la necesidad y el otro administra el afecto desde el poder.
La terapia sistémica propone reemplazar esa herencia por elección mutua, responsabilidad afectiva y equilibrio emocional.



👥 Lo veo cada semana en el consultorio

Hoy, desde mi trabajo como psicólogo, recibo muchos hombres que viven ese mismo patrón.
Se desviven por “conquistar” a una mujer, por “ganarse” su afecto.
Algunos lo hacen desde la trinchera del “somos solo amigos”.
Otros dentro de relaciones donde ya se sienten invisibles, pero siguen intentando “dar más” para recuperar lo que alguna vez sintieron.

Y con tristeza veo cómo muchas veces esas mujeres se aprovechan:
usan su entrega emocional, su disponibilidad, su necesidad de agradar,
les sacan todo lo que pueden —tiempo, atención, apoyo, dinero, afecto—
y cuando ya no les sirven, se van con otros.
A veces incluso los dejan “en la banca”, disponibles por si acaso.

No lo digo con resentimiento, sino con preocupación.
Porque es un fenómeno cada vez más frecuente:
hombres que no saben reconocer su propio valor emocional y terminan confundiendo la sumisión con el amor.


🧠 Desde la terapia sistémica (perspectiva relacional)

Desde la terapia sistémica de pareja, esto se entiende como una pauta relacional asimétrica (vínculo desigual).
Es un patrón circular donde uno da desde la necesidad y el otro regula el acceso afectivo desde la comodidad.

Y aunque esa sea su idea sobre el amor, en términos sistémicos es desequilibrio relacional disfrazado de ternura (cuidado).

Porque para muchos hombres migajeros, “ser tierno” significa cuidar del otro, resolverle la vida, anticiparse a sus necesidades.
Pero ese cuidado no nace de la abundancia, sino del miedo:
del temor a no ser suficiente si no se está constantemente demostrando amor.

Es una forma de ternura que busca aprobación, no conexión.
Y lo paradójico es que, al cuidar tanto del otro, terminan descuidándose a sí mismos.


💬 Lo que aprendí

Por eso, ya no busco hacer feliz a nadie.
Busco compartir mi felicidad con quien también se hace cargo de la suya.

En una relación de pareja, los dos deben hacer su parte para ganarse al otro,
no desde la necesidad, sino desde el valor, el respeto y la reciprocidad.

Porque cuando dos personas completas se eligen,
no hay migajas: hay construcción, hay equilibrio, hay amor real.

Y hoy, desde mi trabajo como psicólogo, ayudo a otros a lograrlo:
a dejar de ser migajeros y encontrar el verdadero amor
desde su valor real, como seres humanos, como hombres.

Meta terapéutica:
Pasar de “necesito que me elijan” a “elijo desde mi valor”.

Ese es el cambio real: dejar de mendigar afecto para empezar a elegir con conciencia.


“No debemos permitir que otros determinen nuestro valor.”
Virginia Satir

Es decir: el amor adulto comienza cuando dejamos de intentar que el otro nos repare.


🧭 Pregunta

¿Por qué piensas que debes “conquistar” a una mujer?
¿Has pensado que ella también debería demostrar que es la indicada para ti?

Y más profundo aún:
¿en qué momento confundiste demostrar tu valor con merecer amor?


🕊️ Cierre

Soy Germán Renko, psicólogo sistémico y terapeuta de pareja.
Acompaño a hombres y mujeres que quieren construir vínculos más conscientes,
desde su valor, no desde su carencia.

Si te identificaste con este texto, podemos trabajarlo en terapia.

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Germán

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