La resistencia al cambio

La defensa que se convierte en jaula

Dicen que “el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”.
Y, en mi experiencia como psicólogo, hay algo que contribuye a ese sufrimiento más de lo que imaginamos: la resistencia al cambio.

No es un defecto de carácter ni una señal de flojera.
Es una defensa que tu mente levanta para protegerte de lo incómodo. Porque cambiar no es solo “hacer algo diferente”: implica soltar certezas, confrontar heridas y arriesgarte a lo desconocido.

En consulta —y en la vida— la resistencia no siempre se ve como una puerta cerrada.
A veces viene disfrazada de frases muy lógicas, actitudes que parecen razonables o justificaciones que nos dejan tranquilos… pero que, en el fondo, nos detienen.

Aquí te comparto las formas más comunes en que aparece, con ejemplos, reflexiones y una verdad incómoda: a veces, lo que evitas es justo lo que iba a salvarte.


Negación

La mente dice:
“No, eso no me pasa a mí.”
“No tomo mucho… acaso una copa en las noches para relajarme… diario.”
“Eso que dice es exagerado.”

La negación es como apagar la alarma de incendios para no escuchar el ruido… aunque el fuego siga creciendo.

“Lo que no se quiere saber es lo que más necesitamos aprender.” —Carl Gustav Jung


Evasión

Cuando algo incomoda o duele, cambias de tema, haces bromas o te pierdes en detalles irrelevantes o infinitos.

La evasión es como cambiar de canal cuando empieza la parte de la película que más miedo te da… pero lo que no ves, igual impactará en cómo termina tu historia.

“Evitar el sufrimiento es una forma segura de prolongarlo.” —Irvin D. Yalom


Proyección

Es cuando le atribuimos al otro lo que en realidad está pasando dentro de nosotros.

Atribuyes al psicólogo lo que no puedes aceptar en ti:
“Usted está enojado conmigo.”
“Creo que me está juzgando.”
“Usted no me quiere ayudar.”
“Me está hablando feo o muy duro.”

Es como culpar al espejo de que te ves despeinada.
El psicólogo puede ser ese espejo, pero lo que ves reflejado no viene de él, sino de lo que llevas dentro.

“Cuando culpas a otros, renuncias al poder de cambiar.” —Albert Ellis


Racionalización

Le das una explicación “lógica” a algo que en el fondo es miedo o incomodidad:

  • “No tuve tiempo de hacer el ejercicio… pero entiendo la idea.”
  • “No me separo por mis hijos” (cuando en realidad es miedo al cambio).
  • “No vale la pena hablarlo, eso no cambia nada.”
  • “Yo ya conozco estas técnicas y sé cómo funcionan.”
  • Buscar supuestas contradicciones o trucos en el terapeuta para no mirar lo propio.

Parece razonamiento… pero es un bloqueo disfrazado.

“Explicar el problema no es lo mismo que resolverlo.” —Aaron T. Beck

Algunas publicaciones son solo para quienes han decidido mirarse más de cerca.


Desplazamiento

No enfrentas la verdadera fuente del problema… y descargas tu enojo, frustración o incomodidad en el psicólogo, porque es más seguro.

Ejemplo: en vez de hablar del miedo a confrontar a tu pareja, te molestas con el terapeuta por la forma en que te hizo una pregunta.

Desplazar es patear la pelota fuera de la cancha… pero el partido sigue y el marcador no cambia.

“La emoción que no se expresa, se queda atrapada en algún lugar.” —Bessel van der Kolk


Descalificación

Negar el valor de la información, del psicólogo o de la terapia para no cambiar.

Frases que se dicen en sesión:

  • “Usted no me entiende.”
  • “Creo que usted está exagerando.”
  • “Es que usted no sabe cómo soy yo.”

Frases que se dicen a terceros:

  • “El psicólogo no me ayudó.”
  • “Solo me decía lo obvio.”
  • “Me quiso cambiar mi forma de ser.”
  • “Se puso de parte de mi pareja / mi familia.”
  • “No entendía mi situación.”

Frases que se publican en redes:

  • “La terapia no sirve, mejor habla con un amigo.”
  • “No necesito que alguien me analice para vivir mi vida.”
  • “Los psicólogos solo repiten lo que lees en internet o en la inteligencia artificial.”
  • “Cuidado con esos psicólogos que creen que lo saben todo.”
  • “El psicólogo habla mucho de su vida.”

“Si rechazas la ayuda, rechazas también la oportunidad de cambiar.” —Virginia Satir


Resistencia al insight

Insight es ese momento “ajá” cuando conectas los puntos y entiendes algo profundo sobre ti mismo. No es solo “me di cuenta de esto”, sino comprender de dónde viene, cómo se repite y qué papel juegas en eso.

El problema es que ese momento de claridad no siempre nos gusta.
La resistencia al insight es evitar reconocer verdades internas incómodas. Porque si las acepto… ya no puedo hacerme el que no ve o no sabe.

Aquí a veces aparecen otros mecanismos como la proyección (“usted me está juzgando”) o el desplazamiento (redirigir la incomodidad hacia el terapeuta porque es más fácil que enfrentar el conflicto real).

“Hasta que no hagas consciente lo inconsciente, dirigirá tu vida y lo llamarás destino.” —Carl Gustav Jung


Anécdota de consulta

Recuerdo a alguien que solía presentar casi todas las formas de resistencia: se enojaba conmigo, desviaba la conversación, proyectaba sus sentimientos en mí, dejaba el proceso terapéutico por meses cada vez que se topaba con algo que no quería trabajar. Y aunque después regresaba con un nuevo tema, tarde o temprano volvía a toparse con aquello que la había hecho desertar: dejar a la pareja tóxica.
Era como dar vueltas en la misma glorieta esperando que, por arte de magia, apareciera una salida distinta sin atreverse a tomarla.


La factura de la resistencia

La resistencia no te cobra membresía… pero sí te cobra crecimiento personal.

La factura llega en consecuencias que he visto una y otra vez en consulta:

  • Un matrimonio roto por no trabajar lo que lo dañaba.
  • Hijos que repiten tus mismos patrones porque no te atreviste a cambiarlos.
  • Padres que prefieren el divorcio y arrastrar a los hijos en medio del conflicto antes que trabajar lo que está mal en sí mismos o en la relación.
  • Seguir atado a una expareja, a un socio o a un jefe dañino.
  • Quedarte en un trabajo que odias porque es “más cómodo” que prepararte para salir.
  • Rodearte de gente que te aplaude… pero tampoco avanza.

El pequeño gran paso

Quizá hoy no quieras mover una montaña.
Quizá solo quieras mover una piedra.
Y está bien.

Porque cada vez que eliges mirarte, aunque incomode… cada vez que decides quedarte un segundo más en esa conversación incómoda contigo mismo… cada vez que en vez de evadir, preguntas: “¿Y si me atrevo?”…
…le abres una rendija a la posibilidad de ser diferente.

No necesitas que todo esté claro para dar el primer paso.
Solo necesitas que el deseo de cambiar pese un poco más que el miedo de quedarte igual.

Gracias por abrirme un lugar en tu tiempo y en tus pensamientos.

Germán

No olvides también estas lecturas:

5 respuestas a “La resistencia al cambio”

  1. […] me basta”—, probablemente la actúas. Yo mismo la he actuado. Tal como vimos en el artículo de La resistencia al cambio, muchas veces no lo expresamos en voz alta, pero actuamos según alguna de las resistencias: nos […]

Replica a Prepárate para el amor – El Rincón de mi Consciencia Cancelar la respuesta

En tendencia