Si te preguntara ahora mismo “¿A qué renunciarías por amor?”, es muy probable que me respondas: «A nada.» Porque en teoría, en la idea idealizada que tenemos del amor, pensamos que no deberíamos renunciar a nada para estar con alguien. Nos han enseñado que el «amor verdadero» es libre, que no nos debería costar nuestros sueños, nuestras metas, ni nuestro estilo de vida. Suena lógico, ¿no? Si es amor de verdad, ¿por qué tendría que sacrificar algo tan importante para mí?

Pero ahora vamos a aterrizar esa idea en la vida real, en el amor tal y como lo vivimos en el día a día. Porque aunque nos guste pensar que el amor no debería implicar renuncias, en la práctica el amor muchas veces nos plantea esta elección. Todos los días, a pequeña o gran escala, nos encontramos tomando decisiones donde de algún modo “renunciamos” a algo, ya sea por la persona que amamos, por el bienestar de la relación o incluso por nosotros mismos.

Pensemos en un par de ejemplos claros. Imagina una relación a distancia. La mayoría de las parejas en esta situación llegan al punto en el que tienen que decidir: ¿quién de los dos va a renunciar a su ciudad y mudarse a la del otro? No es una decisión fácil, porque mudarse no solo implica cambiar de hogar; también significa dejar atrás amigos, familia, quizás hasta una carrera profesional estable. Es renunciar a todo un estilo de vida por la oportunidad de vivir el amor más de cerca.

O pensemos en quienes ya son padres. Cuando una madre o un padre que se enamora de alguien en otra ciudad, otro país o simplemente tiene la oportunidad de rehacer su vida en otro lugar, no es solo su propia vida la que se ve afectada. Mudarse significa llevar consigo a sus hijos a una nueva ciudad, a una nueva escuela, a empezar de cero. Es una decisión que conlleva no solo su propio sacrificio, sino también el de los hijos, que tendrán que adaptarse a nuevos entornos y despedirse de amigos y rutinas.

Y aquí entra otra pregunta: ¿Vale la pena? Porque cuando nos enamoramos, esta idea de sacrificio se siente menos «renuncia» y más “elección”. No es que estemos obligados a hacerlo, sino que lo elegimos porque ese amor nos importa. Claro, no significa que todas las renuncias sean saludables o que debamos perder nuestro sentido de individualidad. Pero, en el amor, sí enfrentamos decisiones donde priorizar la relación implica un “dejo esto por aquello”.

Así que quizás no se trata de pensar en el amor como algo donde no debemos renunciar a nada, sino de aprender a elegir en qué momentos estamos dispuestos a hacer ciertos sacrificios. No porque tengamos que hacerlo, sino porque queremos. El reto está en encontrar ese equilibrio: hacer elecciones que nos acerquen a la vida y a la relación que queremos, sin que eso signifique perdernos a nosotros mismos en el proceso.

La próxima vez que pienses en el amor y en la idea de no renunciar a nada, recuerda que renunciar a algo no siempre es negativo. A veces, es solo una forma de decidir lo que realmente importa. Porque cuando elegimos “perder” algo en el camino, es porque confiamos en que lo que ganaremos vale aún más.

Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de pareja.

No olvides también estas lecturas:

5 respuestas a “¿A qué renunciarías por amor?”

  1. Aplicando la cordura, la practicidad, y el pragmatismo, no se deberían hacer cambios de vida por una relación de pareja. El riesgo es exorbitante, y sumamente extremo. Lo digo por experiencia propia.

    Cada individuo adulto ha creado una vida en la que sus sueños y aspiraciones han estado en proceso y progresando para cumplir sus aspiraciones, y desde luego es importante anotar que los cambios culturales, también forman una parte mucho muy importante para tomar en cuenta.

    Una vez dicho esto, es imperativo que los cambios no sean drásticos sin tener un beneficio propio, y personal, en el que los planes ya trazados, se conviertan en progreso significativo, y en un avance de desarrollo personal, y familiar.

    Saludos

Replica a Cuando nadie me ve… – El Rincón de mi Consciencia Cancelar la respuesta

En tendencia