
Hoy vamos a hablar de un tema que muchos evitan, aunque más de uno lo necesita: la terapia. Pero lo haremos con un giro interesante: te traemos el Decálogo de razones por las que (todavía) no vas a terapia. ¿Te ha pasado que siempre encuentras una excusa para no dar ese paso? Que si «no es para mí,» «no tengo tiempo,» o la clásica «yo puedo con todo».
Bueno, hoy vamos a desmenuzar esas razones una por una, con un toque de humor pero también con mucha honestidad. Porque, seamos realistas, si llevas tiempo pensando en terapia y todavía no lo haces, algo te está frenando. ¡Vamos a descubrir qué es y si realmente vale la pena seguir esperando!
Había una vez un hombre que, como muchos, pensaba que la vida era más o menos como debía ser: trabajo, familia, rutina, un par de risas ocasionales y discusiones de vez en cuando con su esposa. Nada fuera de lo común, al menos eso creía. Pero un día, su vida dio un giro inesperado, como si alguien apagara la luz en una habitación llena de gente. Su esposa, que siempre había tenido la última palabra, se fue de la casa después de la enésima discusión sobre su forma de conducirse fuera de casa con otras personas, dejando detrás no solo el silencio, sino también tres hijos pequeños y una montaña de responsabilidades que él nunca imaginó manejar solo.
Al principio, el caos fue total. Entre llevar a los hijos a la escuela, preparar lonches, tareas escolares, talleres extras y tratar de mantener la calma en medio del desorden, así como salir a trabajar para cubrir los gastos de las colegiaturas de 3 hijos y la suya propia, los gastos corrientes y dejar atrás un cerro de deudas, el hombre se sentía como si estuviera atrapado en una tormenta sin fin. El estrés lo estaba consumiendo, y cada día que pasaba sin una solución clara, la ansiedad lo envolvía más y más. No podía entender cómo había llegado a ese punto. ¿Cómo podía enfrentar todo eso y además, lidiar con los detalles legales de la separación?, Se preguntaba ¿cómo podía ella simplemente irse y dejar a sus hijos, su plan de vida juntos? ¿Y por qué él se sentía tan perdido, como si no supiera quién era sin ella? Continúa más abajo…
Decálogo: Razones por las que (todavía) no vas a terapia
- ”¿Para qué, si no estoy tan mal?”
A veces piensas que la terapia es solo para casos extremos, pero cuidar de tu mente es igual de importante que cuidar de tu cuerpo. No tienes que tocar fondo para buscar apoyo. - “Eso es para gente débil, yo puedo solo.”
Te crees fuerte, autosuficiente, y probablemente lo eres, pero eso no significa que tengas que llevar todo el peso tú solo. Pedir ayuda es también un acto de valentía y autoconocimiento. - “Me da miedo enfrentar lo que voy a descubrir.”
Reconocerlo es el primer paso. La terapia no es una guerra contra ti mismo, sino un espacio seguro para entender, sanar y crecer, a tu propio ritmo. - “No tengo tiempo, mi vida es muy ajetreada.”
Sí, la vida es rápida, pero cuando no haces tiempo para ti, eventualmente el cuerpo y la mente te lo cobran. La terapia puede ser el respiro que necesitas para reorganizar todo. - “Es muy caro, no puedo permitírmelo.”
La salud mental es una inversión a largo plazo. Existen distintas opciones y rangos de precios. ¿Y si pensaras en terapia como algo tan vital como pagar el gimnasio o una consulta médica? - ”¿Y qué va a decir la gente?”
El qué dirán siempre está ahí, pero tú vives tu vida, no ellos. Trabajar en ti no es motivo de vergüenza, al contrario, es un signo de madurez y amor propio. - “No quiero que alguien me juzgue o me diga qué hacer.”
Los psicólogos no están para juzgarte ni darte órdenes. Están para acompañarte, para escucharte de verdad, y ayudarte a ver las cosas desde otra perspectiva. - “Yo no creo en esas cosas.”
Puede que pienses que la terapia es una charla sin sentido o que no va contigo, pero la psicología tiene bases sólidas que pueden ayudarte a entender lo que te pasa de formas que quizá no habías imaginado. - “Ya intenté una vez y no me sirvió.”
No todas las terapias ni todos los terapeutas son iguales. Tal vez la primera experiencia no fue la indicada, pero eso no significa que todas serán así. Encontrar a quien resuene contigo es clave. - “Me siento culpable por necesitar ayuda.”
Sentirte perdido o agobiado no es un fracaso, es humano. La culpa no debe ser el freno para buscar bienestar, sino la señal de que mereces cuidarte y recibir el apoyo que necesitas.
Continuación…
Una mañana, viendo el colapso mental que se avecinaba, se le ocurrió lo impensable para él hasta ese momento: tomar terapia. Al principio, lo dudó. “¿Terapia? Eso es para los que están realmente mal, ¿no?” Pero en el fondo, sabía que algo no andaba bien. El agotamiento emocional y la confusión eran tan grandes que ya ni podía disimular con los niños.
Finalmente, se animó a hacer esa llamada, y así comenzó su viaje. Desde la primera sesión, se dio cuenta de algo importante: él no estaba loco. Simplemente había estado inmerso en una relación donde había sido absorbido, aplastado emocionalmente por la manipulación constante de su esposa, quien siempre había puesto sus propias necesidades por encima de las de todos los demás, incluidos sus hijos.
La terapeuta le explicó que había estado viviendo con una narcisista, alguien que controlaba su vida con críticas y manipulaciones, haciéndolo sentir siempre insuficiente, siempre al borde de cometer un error. Y ahora, al tener que cuidar de los tres pequeños, esa sensación de insuficiencia lo devoraba. Se dio cuenta de que, por años, había perdido su propio valor y se había acostumbrado a poner a su esposa en el centro de todo. Pero, al estar ella fuera, el centro se había caído, y él no sabía cómo reconstruirlo.
La terapia fue como un mapa que lo ayudó a encontrar una salida del caos. Paso a paso, fue entendiendo que no tenía que ser perfecto ni tener todas las respuestas. Que era suficiente con hacer lo mejor que podía, que sus hijos no necesitaban a un superhéroe, sino a un padre presente, amoroso y genuino. Se dio cuenta de que podía ser vulnerable sin ser débil. Aprendió a respirar antes de dejar que la ansiedad lo consumiera, y a tomar decisiones desde la calma y no desde el miedo.
Con el tiempo, dejó de sentirse como una víctima de la situación y comenzó a sentirse capaz. Capaz de manejar los desafíos, capaz de cuidar de sus hijos, capaz de rehacer su vida. La culpa que llevaba cargando por no haber sido «suficiente» para su esposa se fue disipando, y en su lugar surgió una confianza renovada en sí mismo.
Al final, entendió que el día que su esposa se fue, en realidad fue el comienzo de su propia libertad. No solo había escapado de una relación tóxica, sino que también había escapado de la versión de sí mismo que vivía bajo la sombra de ella. Y aunque el camino no había sido fácil, la terapia le dio las herramientas para recuperar su identidad y ser el padre que sus hijos necesitaban.
Hoy, ese hombre mira hacia atrás y, aunque reconoce el dolor de aquellos días, también sabe que fue el momento en que realmente comenzó a vivir. La ansiedad, la incertidumbre y el caos quedaron atrás, y en su lugar apareció algo que había olvidado por completo: su propio valor.
Te invito a la reflexión y a quitar las barreras que te pones, a recordar que la terapia no es un lujo ni un capricho, sino una oportunidad de crecimiento y sanación.

Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de pareja.
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