
Sobrevivientes del Apocalipsis
Un relato romántico al estilo de @ArkRenko. Un ejercicio para calentar la pluma, un retazo de realidad prestada, la tuya o de cualquiera.
Esta mañana hemos discutido, así como en nuestros mejores días echábamos relajo por las calles de la gran ciudad: con desparpajo y desconsideración al porvenir; nos hemos hecho daño, mucho daño. Porque herirnos uno al otro y sin pensar en el mañana siempre deja heridas cada vez más profundas que no alcanzan a cicatrizar antes que broten nuevas lesiones. Hay parejas que se visualizan a sí mismas como dos pingüinos que una vez que se han encontrado se serán fieles hasta la muerte y se mecerán bajo el ritmo de una misma canción, aunque esa sea la tonada de la rutina y la monotonía. Otras relaciones, se sienten el príncipe y la princesa del cuento de hadas que todos los días escriben una página más del “fueron felices por siempre” que solo existe en el libro de las apariencias. Finalmente, estamos nosotros, que somos un par de sobrevivientes al apocalipsis, dos guerreros que se hacen el Amor con un beso salvaje y desesperado, mientras guardan el cuchillo debajo de la almohada con la determinación de usarlo agazapada detrás de un chaleco antibalas.
¡Oh sí!, quizá al principio no lo noté, pero fueron tu aplomo y egoísmo camuflado los que me atrajeron como el queso en la ratonera; quizá pensé: “esta mujer no va a sofocarme con la necesidad de atención ni habrá dificultad para que nos usemos mutuamente en la cama”. Pero caí en mi propia trampa, yo que voy por la vida con una máquina de sentir bajo el pecho sin más protección que la piel y mi idealismo en que la fuerza del Amor lo conquista todo, me enamoré y sucumbí ante los dardos de la indiferencia y convertí cada desdén en un reto y cada carencia de afecto en un aliciente a dar más y más a la espera de recibir la respuesta esperada. Pero cómo ibas a ser alguien que nunca habías sido, una mujer amorosa, empalagosa y entregada emocionalmente a un hombre. Y yo, cómo iba a controlar mis emociones cerca de ti, si soy una montaña rusa en eso de amar, sentir y disfrutar. A veces creo que el único plan que tenía el destino era reunirnos y los necios somos nosotros al pretender permanecer juntos. Podría ser verdad, excepto que llega una tormenta, siempre un huracán que nos zarandea de un lado a otro, nos derrumba una duda o destruye un malentendido y nos lanza desamparados en una misma esquina para que nos abracemos, nos miremos los miedos y sin mediar una palabra nos despojemos de la ropa y en un grito infinito nos rencontremos como dos que no se necesitan, pero cómo se hacen falta uno al otro cuando están lejos. Porque tantas veces he renunciado a ti que a veces siento que no me quedan fuerzas para hacerlo una última vez y es en ese instante que tu mirada tantas veces gélida, se resquebraja y me rescata con un mensaje silencioso de bésame, muérdeme o déjame.

Eran las doce del día, desde afuera los ruidos cotidianos se colaban por un costado de las cortinas. Eran las doce y cachito del día, desde adentro los ruidos del Amor rebotaban entre cuatro paredes, si hubiera sido de noche, cualquiera los habría captado para vergüenza tuya y orgullo mío. Tu cuerpo vibraba debajo del mío, mi carne crecía ante el embate contra un mar caliente. En mi cabeza un pensamiento se mezclaba con mis besos, al Amor hay que darle todas las oportunidades necesarias, hasta que se acabe y no haya nada más por salvar. Otra vez soy tuyo, otra vez vuelves a ser mía, de aquí hasta la siguiente batalla, no importa quien la gane, solo importa que esta guerra de Amor y odio jamás se termine, porque entre dos sobrevivientes del Apocalipsis, el Amor no puede persistir sino es entre los sonidos de espadas, el silencio de la tregua y el murmullo cómplice de la paz pasajera.
No sabes cuántas veces he estado a punto de dar la vuelta y alejarme de tu vida, ni cuántas veces un beso tuyo nos ha salvado del olvido.

Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de parejas.
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