
“Pobre de aquel que confunde la apatía de una mujer con reto, la indiferencia con hacerse la difícil y la frialdad con un volcán escondido”.
Preámbulo.
El eco de mis pasos se extiende a todo lo largo del pasillo que recorro para entrar a lo que llamo cariñosamente: mi estudio. Una vez que enciendo la computadora, procedo a servirme una taza de café recién hecho y en lo que aguardo a que el equipo esté listo para usarse, doy una ultima revisada a mi teléfono celular. Los seres humanos somos animales de costumbres, hasta los más espontáneos las tienen, (yo no soy tan espontáneo, pero sí muy animal). Uno de mis hábitos matutinos es abrir mis redes sociales y leer, en un lapso no mayor a 20 minutos, todos los mensajes posibles que me han hecho llegar mis 5 lectores; tomando nota mental de aquellos que habré de responder y qué posible contestación puedo otorgarles.
Me parece que la época actual, como ninguna otra, ha brindado recursos invaluables a los escritores para mejorar su trabajo. Considero que las redes sociales tienen tantas ventajas para quien se dedica a escribir en algún escaparate público, que sería muy inmaduro no sacarles provecho. Para mí es notable el hecho que en cada nueva publicación de un relato, un tuit, un video o incluso una imagen la respuesta por parte de los lectores no se hace esperar. Esto es gracias a la quizá poco reconocida utilidad que ofrecen las herramientas web de permitir dejar un comentario, enviar un mensaje o una mención a las figuras públicas, los personajes destacados y por qué no, también a los personajes virtuales, que han pasado a formar parte de nuestro mundo alterno, ese mundo virtual, se admita o no, en el que nos desenvolvemos todos los que frecuentamos las redes sociales. Mi columna de la semana pasada estuvo basada precisamente en una carta que llegó a mi buzón de Facebook. Otros escritos, como el caso de “Un método infalible de seducción (Ensayo fallido)”, han tenido su origen en solicitudes del tipo: “cómo puedo conquistar a una mujer que me vuelve loco” y otras más, han tenido eco en alguna mención en Twitter o una charla por mensaje privado.

Nuestros antecesores en el mundo de las letras, que solo contaban con una máquina de escribir, se perdieron la belleza de la rapidez con que llega la reacción a lo que hemos publicado. Personajes de la pluma como Bukowski utilizaban el correo postal para intercambiar correspondencia con sus lectores y así enterarse del impacto que sus letras habían tenido en ellos. Conforme su fama se acumulaba, también aumentaban los sobres postales que llegaban a su buzón diariamente y entre todos ellos, él seleccionaba aquellos a los cuales habría de brindarles tiempo y respuesta. El problema del correo postal era que podían pasar semanas o meses entre el ir y venir de la correspondencia. En la actualidad, los mensajes son instantáneos, los correos electrónicos casi inmediatos, la única demora está en el tiempo que se toma el lector decidido en redactar su mensaje y enviarlo; y el tiempo que se toma el destinario en leerlo y responderlo; si ambos están en línea, el tiempo de lectura se reduce a minutos.
La semana pasada recibí un aluvión de correspondencia por todos los medios posibles sobre mi columna “De amores casuales, inciertos y tormentosos”, públicamente doy las gracias y no me cansaré de hacerlo por la gran recepción que han dado a este nuevo ciclo en mis letras. También agradezco a todos los que se han tomado el tiempo de dejarme dos, tres o una veintena de renglones con su opinión, su historia o su grito desesperado de ayuda. No creo tener solución a todo lo que me preguntan y mis respuestas a sus comentarios suelen estar limitadas por lo que he leído, vivido y aprendido. Por lo que es probable que no sean las más sabias, ni las más útiles, pero espero que no les quepa duda que las brindo de corazón, con el deseo genuino de aportar una luz hacia un camino de razonamiento en el que quizá no habían reparado antes. A continuación, mi columna de esta semana.

Las Reinas del hielo y los témpanos emocionales.
Un acercamiento cálido a los adorables témpanos emocionales.
A mi buzón electrónico ha llegado muchas veces la inquietud acerca de esos adorables acertijos emocionales que pululan entre nosotros como plumas silenciosas a las que sepa Dios qué viento las mueve, hacia dónde y por qué razón. No ha faltado la lectora que me declara abiertamente: “Vivo al lado de un hombre poco efusivo en sus demostraciones de cariño”, “es tan poco romántico”, “es muy frío, callado e inexpresivo” y así hasta tener el cuadro completo, yo les llamo a los hombres: “Témpanos emocionales” y a las mujeres: “Las Reinas del hielo”.
En cuanto a la expresividad de las emociones, considero que hay dos tipos de personas, las que expresan abiertamente sus emociones y aquellas que las disimulan o esconden tan profundamente que parece que no las tienen. La metáfora de la margarita sin duda fue inspirada por uno de esos acertijos. “¿Me quiere?, ¿no me quiere?, ¿mucho, poquito o nada?”. A lo largo de la historia de nuestra sociedad, las mujeres se han caracterizado por el amplio desarrollo de sus emociones, comúnmente y una gran mayoría son menos proclives al hermetismo emocional; pero ojo, eso no implica que sepan cómo demostrar su Amor a un hombre. En cambio los hombres, es sabido que por su formación ideológica y cultural suelen ser más propensos a ser reservados con algunas de sus emociones, especialmente con aquellas que podrían ser consideradas como señal de debilidad, tales como la ternura, la compasión, la empatía y el Amor; eso tampoco implica que no sepan o no demuestren su Amor hacia una mujer. Para efecto de esta columna, vamos a abordar solo aquellos casos de los que no saben expresar o demostrar su Amor, aunque el resto de sus emociones sepan muy bien o más o menos cómo mostrarlas. Por mencionar algunas, como son el caso de la ira, la tristeza, la alegría, el aburrimiento y el placer.
Uno de los grandes retos que enfrenta una pareja es el entendimiento mutuo. Tarde o temprano, ya sea durante la etapa del enamoramiento o cuando la relación ya es estable y duradera, surge la cuestión de que no se entienden uno al otro las señales emocionales que se envían. A los hombres les cuesta trabajo entender las “quejas” de las mujeres sobre su relación, o se quedan callados sin saber qué decir, o les da por querer “solucionar” el aparente problema, sin percatarse que posiblemente solo están percibiendo los síntomas, pero sin comprender realmente cuál es el problema. A las mujeres les da por preguntarlo todo abiertamente: “¿estás triste?, ¿qué tienes?, ¿te pasa algo?, ¿necesitas ayuda?”, con lo que lo único que logran es que el hombre se cierre como ostra. La pregunta obligada es de dónde esperan o imaginan que un hombre típico les reconozca una debilidad emocional si sienten que eso los desmerita ante sus ojos o cómo creen que ese mismo hombre espere encontrar alguna solución en la simple práctica de compartir sus inquietudes y sentimientos. Los hombres cuando comparten una preocupación no es apoyo moral lo que buscan principalmente, aunque no sobra, sino una alternativa que puede estarse escapando a su incansable búsqueda mental de una.
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Ese hombre que ven sentado frente al televisor o con el celular en la mano, con el ceño fruncido, los labios cerrados y un letrero invisible de “no me molestes” está estresado, molesto, incómodo, triste, insatisfecho o frustrado. En su cabeza, hay una maquinaria trabajando a todo vapor buscando una salida a su problemática o un escape momentáneo para recuperarse y regresar a la batalla. Podría ser que la economía familiar está comprometida, tiene que pagar colegiaturas, prepararse para el regreso a clases, la mensualidad del coche o de la casa está por vencerse, podría ser que hay problemas en el trabajo o se quedó sin trabajo, etcétera. ¡Qué fácil es para la mujer juzgarlo de vicioso, de flojo o hacerse mil historias en la cabeza acerca de lo que siente hacia ella (inserte aquí toda la lista de dudas de una margarita! Si realmente quieren ayudar a ese espécimen de marte, ofrézcanle la mejor de las válvulas de escape que pueda usar para recuperar la confianza en sí mismo que ha perdido, para sentirse querido y para llenarse de la fuerza necesaria para resolver lo que sea que lo atormenta. Ya sé que están pensando que la tal valvulita es el sexo y tienen razón. No les voy a decir que todo se arregla con sexo, pero ese es el primer paso para ganarse la confianza de esa bestia acorralada con la que viven o tienen una relación amorosa. Primero se le quita la presión, después se le da un apapacho a través de una buena comida o alguna otra demostración de confianza tan simple como un abrazo, una palmada en el hombro antes de salir de casa, un beso largo y amoroso, un mensaje de aliento en el celular expresando la seguridad que tienen en su capacidad o le otorgan a su caballero taciturno cualquier detalle que no deje margen a la duda de que tienen fe en sus habilidades y talentos.

Si son de esas mujeres que no son capaces de dar una demostración sexual o amorosa a su hombre de cualquier índole, entonces siento decirles que son candidatas a la corona de “Reina del hielo”. Porque no hay momento en el que un hombre necesite más de la expresividad emocional de su mujer que cuando está debilitado, estresado o enojado con algo. Aquí van a saltar comentarios del tipo: “¿pero cómo le voy a dar sexo a mi marido sin que haya habido un acto romántico de su parte (léase, sin que se lo merezca o haya ganado), sin que sea una ocasión especial (compromiso) o que yo tenga las ganas de tener sexo? (o que el pobre hombre se las deba estimular, porque si no, no prenden los motores)”, ”yo también estoy cansada de la casa, de los niños o del trabajo, y también tengo mil preocupaciones”, “¡Que yo lo voy a masturbar con las manos o la boca solo para que él se relaje!, jajaja”, “ni loca que estuviera, que vaya a relajarse con su mano o a quitarse el estrés al gimnasio, con sus amigotes o que siga con su celular hasta que le explote la cabeza”. ¡Reinas del hielo! Eso son aquellas mujeres a las cuales el Amor solo les alcanza para demostrarlo en los buenos momentos, cuando están a gusto consigo mismas, cuando el hombre se lo “gana”, cuando las “estimula” adecuada y ordenadamente, esposas y seudo-compañeras que solo expresan su Amor en la forma que se sienten cómodas de hacerlo, aunque no haya pruebas de su efectividad. Dicen que aman a un hombre, pero dejan en otros la responsabilidad de brindarle esa mano que lo ponga de pie otra vez en el cuadrilátero de la vida. Dicen que aman, pero anteponen una actitud egoísta y mezquina ante las necesidades de su pareja.

Les voy a compartir una idea en la que creo totalmente: el Amor no es que ames a una persona como ella espera que lo hagas, sino que le hagas sentir que la amas sin importar que sea a tu manera o a su manera. Sin embargo, si al hacerlo a tu manera no eres capaz de saciar las necesidades sexuales o emocionales de tu pareja, entonces tu Amor y tu forma de amar no serán suficientes para hacerlo sentir respaldado ni confiado para enfrentar las grandes tormentas cuando lleguen. En última instancia, tampoco lo harán sentir satisfecho con la relación de pareja aunque no exista ninguna tormenta interna azotándolo.
Retomemos eso último, supongamos que ese hombre no enfrenta ninguna problemática extrema, pero la actitud de la mujer si puede ser catalogada como distante emocional. Por alguna vuelta del destino, nuestra querida mujercita es de esas pocas mujeres que no sabe expresar su Amor, que no se siente o no es capaz de demostrar que ama a un hombre, ya no se diga en la forma que ella sabe, si no al menos, en la forma que él espera. Al paso de los años, esa falta de entendimiento emocional se convertirá en una gran barrera entre los dos, en un choque climático que erosionará la relación, porque el problema con las reinas del hielo y los témpanos emocionales es que a la larga apagan hasta el más ardiente de los volcanes. Hombres y mujeres por igual, sanos emocionalmente y con una habilidad desarrollada para expresar su cariño terminarán por hartarse de aquella pareja que no sabe corresponder o demostrar el Amor que se le profesa. ¿Cuántas mujeres u hombres han sentido que su ardiente volcán cambió, que de ser un romántico incansable se volvió aparentemente flojo y apático? Se han preguntado, honestamente, ¿cuánta responsabilidad tienen de esa situación? ¿qué sucedió entre ustedes para que la llamarada se apagara?

El Amor entre dos es ante todo, una emoción que reposa, consciente o inconscientemente sobre una balanza. El Amor necesita del equilibrio para sobrevivir, si uno siente que da más que el otro o que recibe muy poco de lo que necesita, eventualmente se sentirá menospreciado y carente de motivación para seguir brindando pruebas y expresiones de cariño a su pareja. Aquí no me refiero a noviazgos o amigos con derechos, porque esas relaciones, a menos que sean de muchos años, difícilmente perciben un desequilibrio amoroso de esta magnitud, éste se manifiesta con los años de convivencia, con la monotonía y la rutina, sobre todo con esas enemigas declaradas de la vida en pareja. El Amor necesita de rituales que lo estimulen y reanimen, de hábitos de expresión emocional que den prueba a la pareja de la existencia del cariño. La línea que divide a una persona que es distante emocional de una que es inapetente sexual es muy fina y fácilmente se rompe. Entre menos expresiones de cariño existan entre dos seres que se aman, cada vez será más complicado reactivar la química sexual entre los dos. Según estudios de aquellos que saben de la materia más que yo, el hombre necesita más sexo y la mujer mayor preparación para desearlo. Si a este dogma le agregamos que uno de los dos, el hombre o la mujer presenta una fuerte tendencia al distanciamiento emocional, la vida sexual de esa pareja será como jugar en una ruleta con 30 números y dos pelotitas en su interior, en donde solo se gana cuando ambas pelotas caen en el mismo número. Lo que es lo mismo una vez al mes y a esperar el siguiente giro de la ruleta.

Querido lector, si eres una reina del hielo o convives con un témpano emocional, tus probabilidades de ser feliz a su lado se reducen cada vez más con el paso de los años. No vas o no va a cambiar porque sí, habrá rachas buenas (imagina las pelotitas de la ruleta coincidiendo asombrosamente una y otra vez), pero habrá también largas temporadas de aridez emocional en la que te cuestionaras muchas veces si el Amor se terminó, si vale la pena seguir intentándolo todo en esa relación, si es culpa suya o tuya, si esto o aquello. La realidad de las cosas es que entre ustedes hay un marcado desequilibrio amoroso, que tiene su origen en el terreno emocional, pero se extiende como infección hacia el campo sexual. Dicha disparidad en su forma de expresar el Amor no va a cambiar a menos que la reina del hielo o el témpano emocional estén dispuestos a aprender cómo expresar sus emociones afectivas. Es probable que uno y otro no sean totalmente herméticos y que poniéndoles atención sea fácil descifrar cuando están teniendo un detalle cariñoso con su pareja, así sea sacar la basura, reparar la maquina de coser o la computadora, cocinar un platillo nuevo o dejarlo jugar en su celular hasta que le revienten las neuronas. La cuestión es que eso no es suficiente para el que recibe la expresión de Amor; así que hay que enseñarle al otro a ser más expresivo, que la reina del hielo aprenda a decir lo que siente y darle al otro lo que sabe que le gusta (porque una cosa es que no sea capaz de hacerlo y otra que no sepa qué es lo que le gusta, que sea haga taruga, pues).

El método es muy simple, tan simple que parece increíble que habiendo tantos matrimonios pasando por esta situación y que existiendo aún Amor entre ellos, sea más fácil continuar con la inercia del desapego emocional que ponerlo en práctica. Dices que amas a alguien, pero no eres capaz de intentarlo todo para saciar una necesidad de tu pareja. A nuestras reinas del hielo y témpanos del emocionales nadie les enseñó a expresar el Amor o bien su naturaleza es fría, la causa es lo de menos; ya estás unida a ella y hay que ayudarle a reprogramar su forma de hacer sentir su afecto. La receta es fácil, solo escribe en un papel una frase corta y cariñosa y repítela todos los días a tu pareja hasta que te resulte completamente natural decirla. Luego escribe otra frase, luego otra y otra. A cualquier hora del día y en el lugar que sea o donde te sientas cómoda, abraza a tu pareja, hazlo todos los días hasta que te resulte natural hacerlo. Luego sigue con tomarle la mano en público. Después prueba a regalarle flores, dulces, chocolates, libros, música o lo que sea que le guste a tu pareja, hazlo todo un año hasta que te resulte sencillísimo pensar en ella donde sea que andes y comprarle algo para demostrarle que la quieres. Esto que sigue es para estudiantes avanzados. Escribe en un papel todas aquellas cosas que le has negado sistemáticamente en el curso de los años sea dentro o fuera de la cama y hazlas. Si le gustan los rapidines, el sexo oral o el sexo sorpresa, practícalo una y otra vez hasta que te resulte tan natural hacerlo que no necesitaras el papel, ni las ganas sexuales, ni los recordatorios ni te sentirás falso o hipócrita al demostrar los que sientes a tu pareja. Amor no es sentirlo y esperar que el otro sepa mágicamente que lo sientes, Amor es sentirlo y demostrarlo, todos los días para que nunca se enfríe, para que nunca se apague.
Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de pareja.
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