Carta abierta a mi cuerpo

Querido cuerpo:

He pasado años peleando contigo.
Comparándote con otros, repitiendo frases heredadas, mirándote con dureza y hablándote como nunca me atrevería a hablarle a alguien más.

Te exigí juventud eterna, fuerza sin límites, piel sin marcas. Te reproché arrugas, cicatrices, kilos de más y los cambios que el tiempo iba dejando en ti. Como si no tuvieras derecho a transformarte.

Y aun así, estuviste ahí.
Me sostuviste en cada jornada de trabajo, en cada desvelo y cada pérdida.
Me diste fuerza para abrazar, para cargar a quienes amo, para llorar y para volver a levantarme.
Me sanaste después de enfermedades, me diste memorias en forma de cicatrices, me regalaste la experiencia de vivir.

Hoy quiero hacer las paces contigo.
No eres un enemigo al que debo dominar, eres mi compañero de viaje.
No necesito que seas perfecto, necesito aprender a escucharte, a respetarte y a agradecerte.

Porque sin ti no hay camino, no hay historia, no hay amor posible.

Ojalá que en este punto de tu vida, también tú —que me lees— hayas dejado de compararte, de pelearte con tu cuerpo, de repetir creencias ajenas y de ser tu peor juez.
Ojalá que hayas hecho las paces con la forma, el estado y la edad de tu cuerpo.

Y si no lo has hecho aún, te invito a empezar hoy.
A mirarte con más compasión, a trabajar en terapia tu relación con el cuerpo, a perdonarte por el maltrato y a reconciliarte con el único lugar donde vas a vivir siempre.

Tu cuerpo no es un obstáculo, es tu casa.
Y ya es hora de habitarla en paz.

Tu nombre.


Gracias por leer hasta aquí. Reconocer que algo anda mal es el primer paso, el siguiente es hacer algo al respecto.

Si quieres trabajar y explora tu relación con tu cuerpo platiquémoslo en consulta.

Y si buscas más reflexiones como esta, acompáñanos en XpressoDoble, el espacio de radio online donde hablamos de estos temas con calma, con humor y con psicología.

Un abrazo,
Germán

No olvides también estas lecturas:

Deja un comentario

En tendencia