
¿Por qué algunos hombres se van justo cuando todo iba bien?
(Y no, no siempre es por falta de amor)
“A veces, cuando todo parece ir bien, alguien simplemente se va… no porque no ame, sino porque no sabe qué hacer con tanto bienestar.”
— Anónimo, pero lo escuché muchas veces en consulta.
Hay temas que uno no busca… lo buscan a uno. Aparecen en terapia como una queja recurrente, en redes como mensaje directo, o en la mirada de quien te cuenta una historia sin terminar de entender por qué dolió tanto.
Y este es uno de esos: “Todo iba tan bien… ¿por qué se fue?”
Cuando la historia no tiene final feliz (aunque iba en camino)
A veces, después de varios meses de una relación que parece prometerlo todo —química, respeto, risas compartidas, planes a futuro— él empieza a cambiar. Ya no escribe igual. Se vuelve más esquivo. Dice que necesita espacio. Y un día, sin grandes explicaciones, se va.
Te quedas con la sensación de que no se trató de una pelea, ni de una traición, ni de incompatibilidad evidente. Más bien fue una desaparición misteriosa. Y la pregunta que queda dando vueltas es: ¿cómo alguien puede irse justo cuando parecía que todo iba bien?
No es fácil escuchar esto, pero desde la psicología sistémica muchas veces sí hay una explicación. Y no tiene que ver solo con lo que pasaba entre ustedes, sino también con lo que pasaba dentro de él.
La intimidad verdadera: ese espejo que asusta
En los primeros meses de una relación —lo que conocemos como fase de enamoramiento— todo es idealización, conexión química, y una sensación de euforia compartida. Es la etapa donde todo fluye, como si la relación se construyera sola.
Pero cuando pasan los seis, nueve, doce meses… la cosa cambia. Se empieza a construir el vínculo real. Ya no se trata solo de pasarlo bien juntos, sino de empezar a mostrarse vulnerables, a asumir responsabilidades afectivas, a tomar decisiones que implican cierto nivel de compromiso.
Y es aquí donde muchos hombres, incluso los que parecían encantados con la relación, se asustan.
¿Por qué?
Porque la intimidad emocional no es solo cercanía… también es exposición. Implica mostrarse como uno es, con miedos, defectos y heridas del pasado. Y no todos saben lidiar con eso.
Hay hombres que crecieron con la idea de que ser vulnerables es ser débiles. Que mostrar lo que sienten es abrir la puerta al rechazo. Otros simplemente no tuvieron modelos de relaciones sanas, y cuando la cosa empieza a parecerse al amor de verdad… se desorientan.
Lo decía Carl Jung:
“Aquello que no enfrentamos en nuestro interior, lo encontraremos afuera como destino.”
Cuando el amor se convierte en espejo
No es que se fue porque algo andaba mal. A veces, se fue porque todo iba demasiado bien… y eso lo enfrentó con partes de sí mismo que aún no sabía manejar.
Una paciente me dijo una vez:
—“Yo no sé si él me dejó porque no me quería, o porque no se aguantaba sentirse querido.”
Y aunque suene paradójico, eso pasa más de lo que imaginamos.
Hay hombres que se sienten más cómodos en el conflicto que en la armonía, porque es lo que conocen. Otros, cuando sienten que la relación avanza, activan miedos inconscientes de abandono, de fracaso, de repetición de lo vivido en su infancia. Y como mecanismo de defensa, se van antes de que “algo salga mal”.
¿Inmadurez emocional? Tal vez.
¿Miedo al compromiso? También.
¿Pero solamente eso? No.
A veces se trata de que aún no saben amar de forma adulta.
Cuando ella pide más… y él no sabe cómo responder
Hay un factor que no podemos dejar fuera de la ecuación. En los últimos años, muchas mujeres han hecho un trabajo emocional profundo. Han leído, ido a terapia, puesto límites, identificado lo que ya no están dispuestas a tolerar, y han aprendido a pedir vínculos con más presencia, comunicación y responsabilidad afectiva.
Y eso está muy bien. Pero también hay una realidad: muchos hombres no han caminado al mismo ritmo emocional.
Así que cuando ella empieza a pedir coherencia, contacto real, seguridad emocional, claridad en lo que se espera… él se siente evaluado, insuficiente, presionado o confundido. No porque esté mal lo que ella pide, sino porque no sabe cómo darlo.
Porque nadie le enseñó. Porque no tiene lenguaje emocional, ni herramientas. Porque sus modelos afectivos fueron parcos, rígidos, evasivos o inestables.
Y entonces, en vez de verbalizar su dificultad o buscar ayuda, muchos optan por el camino más primitivo: la retirada.
Como dice la frase de Rollo May:
“La intimidad requiere más coraje que el combate.”
¿Y tú qué haces con eso?
No es tu culpa si alguien se va justo cuando todo iba bien. Tampoco significa que todo haya sido una mentira. A veces fuiste su refugio, su espejo, su mejor posibilidad… pero él aún no estaba listo para quedarse.
Lo importante es que no te quedes tú también detenida en ese punto.
Pregúntate:
– ¿Qué patrones se repiten en mi historia?
– ¿Qué señales quise no ver?
– ¿Qué necesito trabajar para no entregarme a quien aún no puede quedarse?
Y si te diste por completo desde un lugar sano, sin dejar de ser tú, entonces tranquila: el problema no fuiste tú.
Gracias por leer hasta aquí.
Escribo esto no solo como terapeuta, sino como alguien que ha escuchado muchas veces el eco de esta historia. Si alguna vez te tocó vivirlo, espero que este texto te ayude a entender un poco más, y culparte un poco menos.
Si te gustó lo que leíste, échale un ojo a mis redes, ahí comparto más sobre estos temas. Y si quieres escucharnos en formato más relajado, date una vuelta por XpressoDoble, el programa donde hablamos de relaciones, emociones y todo lo que nos pasa… con humor, claridad y un toque de complicidad.
¿Quieres conocerte un poco mejor? ¿Revaluar tus necesidades afectivas o entender tu historial sentimental con más claridad?
Platiquemos en consulta. A veces, una buena conversación puede ser el inicio de algo que llevas tiempo necesitando.
¡Hasta la próxima!

Germán
No olvides también estas lecturas:






Deja un comentario