
Empecé a fumar desde los 14 y no lo dejé sino hasta pasados los 30. Al principio lo hacía por curiosidad y por la emoción de hacer lo prohibido, llegado un tiempo, se convirtió en algo más: me hacía sentir mayor y me daba la sensación de ser más atractivo. Recuerdo que en la uni cuando algún compañero me preguntaba porqué fumaba, a pesar de ser tan dañino y apestoso, solía responderle que me gustaba fumar, que en verdad lo disfrutaba y me hacía sentir bien.
No fue sino hasta muchos años después, cuando ya había dejado el tabaco y me encontraba estudiando la segunda carrera: psicología, que el docente que nos explicaba la ansiedad señaló que muchas personas fumaban como un mecanismo para combatirla. Apenas unos minutos antes había descubierto que casi toda mi vida la había vivido con ansiedad y ahora le sumaba que mi hábito de echar humo estaba íntimamente relacionado con la ansiedad que ya empezaba a caracolear en mi cabeza pasados los 15.
Ahí entendí porqué el fumar me hacía «sentir bien»… pues porque me calmaba la ansiedad entre clases, de mis problemas en casa y la lucha constante por pagarme la carrera y no morir de hambre en el intento. Con el paso de los años, mis problemas aumentaron de dificultad y como no, siempre había un cigarro en mi mano que me ayudaba a sobrellevarlos. De un cigarro esporádico, había subido la cuota a varios cigarrillos al día y media cajetilla en un viernes o sábado por la noche.
Aunque dejé de fumar mucho antes de convertirme en psicólogo y de empezar un proceso terapéutico, todavía me sorprende cómo fui adoptando de manera empírica diversas estrategias para mitigar ese malestar llamado ansiedad.
Y es que antes de darnos cuenta de que vivíamos con ansiedad y buscar ayuda profesional, muchas veces encontramos por nuestra cuenta ciertas formas de tratar de calmar ese malestar. Aunque en su momento parecían soluciones, muchas de estas respuestas no atacaban el problema de raíz e incluso, a veces, lo empeoraban.
Aquí te dejo algunas de esas estrategias empíricas:
1. Uso de sustancias
Muchas veces recurrimos al alcohol, los cigarrillos u otras drogas para sentirnos mejor, aunque solo sea por un rato. Estas “soluciones” ofrecen alivio temporal, pero a la larga pueden causar dependencia y más problemas.
Ejemplo: Cuando te sientes abrumado, enciendes un cigarrillo o tomas un trago de vino para calmarte, sin darte cuenta de que es solo un alivio momentáneo.
2. Buscar emociones fuertes o actividades de riesgo
A veces nos lanzamos a hacer cosas extremas o arriesgadas para sentir una descarga de adrenalina. Eso nos distrae de la ansiedad por un momento, pero no soluciona el problema.
Ejemplo: Te inscribes en un deporte extremo o conduces a alta velocidad con la esperanza de sentir esa adrenalina que te distraiga del estrés.
3. Rituales o comportamientos compulsivos
Otros tratan de controlar la ansiedad mediante rutinas muy estrictas o hábitos repetitivos, como limpiar, ordenar obsesivamente o hacer ejercicio. Estos rituales pueden darnos la sensación de tener todo bajo control, pero en realidad no abordan la raíz del malestar.
Ejemplo: Pasas horas organizando tu escritorio o revisando varias veces que la puerta esté cerrada, pensando que si lo haces, evitarás que algo malo ocurra.
Una vez, en sesión, una paciente me dijo preocupada: «Creo que tengo algo mal, hago mucha pipí». Intrigado, le pregunté si se refería a que orinaba en grandes cantidades, pero me corrigió de inmediato: no era la cantidad, sino la frecuencia. Me explicó que cada vez que tenía que hacer algo importante o que requería su atención, sentía la necesidad de ir al baño antes.
Le expliqué que, en realidad, no se trataba de un problema físico, sino de un mecanismo de defensa contra la ansiedad que había desarrollado de manera instintiva. Retener las ganas de orinar genera ansiedad, así que su cerebro había aprendido a vaciar la vejiga antes de enfrentar una situación demandante como una forma de liberar tensión y asegurarse de que tendría todos sus recursos emocionales disponibles para afrontarla. ¿Sabes cómo lo sé? —le pregunté—. Porque yo hice lo mismo durante muchos años. Pero con el tiempo aprendí a manejar la ansiedad de otras formas, y tú también lo lograrás.
4. Evasión y distracción
Otra forma común es evitar situaciones estresantes y sumergirse en actividades que nos distraen, como ver series, navegar sin rumbo por internet o pasar horas en redes sociales. Esto ayuda a desconectar momentáneamente, pero no es una solución a largo plazo.
Ejemplo: En lugar de enfrentar una situación incómoda, te quedas viendo series durante toda la noche para olvidarte de tus preocupaciones o te sumerges en un libro o un videojuego.
Un hombre que asistía a terapia me comentó que se masturbaba con frecuencia. Al principio, parecía un caso de adicción al porno, pero al indagar más sobre sus hábitos y rutina, descubrimos que su compulsión estaba relacionada con la gestión de la ansiedad y otras emociones desagradables. Había convertido el clímax en una válvula de escape para lo que experimentaba emocionalmente.
5. Aislamiento social
Algunas personas se aíslan para evitar posibles desencadenantes de ansiedad. Sin embargo, alejarse de los demás puede aumentar la sensación de soledad y, a la larga, intensificar la ansiedad.
Ejemplo: Prefieres quedarte solo en casa y evitar salir con amigos o familiares, pensando que así evitas situaciones estresantes, aunque a la larga te sientas más solo.
6. Autocrítica o auto-sabotaje
Por último, en lugar de calmar la ansiedad, algunos se vuelven demasiado duros consigo mismos o se sabotean, lo que genera un círculo de culpa y baja autoestima que, en realidad, alimenta aún más la ansiedad.
Ejemplo: Cada vez que cometes un error en el trabajo, te recriminas tanto que terminas desmotivándote, lo que solo intensifica tu ansiedad.
Estas estrategias, aunque en su momento parecían ayudar, nos muestran lo importante que es buscar formas más saludables de enfrentar la ansiedad.
Entiendo que la ansiedad puede ser abrumadora y que dar el primer paso para buscar ayuda no siempre es fácil. Si sientes que necesitas apoyo para manejar tu ansiedad, estoy aquí para acompañarte en este proceso. Juntos, podemos trabajar en estrategias que te ayuden a sentirte mejor en tu día a día.

Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de pareja.
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