
𝐄𝐥 𝐠𝐫𝐚𝐧 𝐞𝐧𝐞𝐦𝐢𝐠𝐨.
Desde que tengo memoria, mi madre biológica solía hacer enemigos de las personas que, por alguna razón, caían fuera de su gracia, enfocando hacia ellas un odio y rencor desmesurados por la supuesta falta. (Esa tendencia, tristemente, nos la transmitió a algunos de sus hijos).
Cuando no eran personas, eran instituciones, empresas, ideologías, religiones, géneros musicales o cualquier objeto con el que tan solo no simpatizaba. Siempre me causó curiosidad saber por qué hay personas que parecen necesitar tener un enemigo o algo a donde canalizar su ira.
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Finalmente, mi formación profesional y los libros me proporcionaron algunas razones a esa necesidad de tener un enemigo, real o imaginario, las cuales pueden estar relacionadas con diversos factores psicológicos, sociales y emocionales, con gusto te las comparto.
- 𝑰𝒅𝒆𝒏𝒕𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒚 𝒑𝒆𝒓𝒕𝒆𝒏𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂: Al identificar a un enemigo común, las personas pueden fortalecer su sentido de pertenencia a un grupo. Tener un enemigo puede unificar a las personas alrededor de un objetivo o causa compartida.
- 𝑺𝒊𝒎𝒑𝒍𝒊𝒇𝒊𝒄𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐: La vida puede ser compleja y llena de incertidumbre. Tener un enemigo proporciona una narrativa simple y clara que ayuda a simplificar la realidad, proporcionando un sentido de orden y estructura.
- 𝑪𝒂𝒕𝒂𝒓𝒔𝒊𝒔 𝒆𝒎𝒐𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒍: Canalizar la ira hacia un enemigo puede ofrecer un alivio temporal de tensiones emocionales. Es una forma de liberar emociones negativas y sentir una sensación momentánea de control sobre situaciones difíciles.
- 𝑫𝒆𝒔𝒑𝒍𝒂𝒛𝒂𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒆𝒎𝒐𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒍: A veces, las personas pueden proyectar sus frustraciones y miedos en un chivo expiatorio externo en lugar de enfrentar sus propias emociones o problemas internos.
- 𝑵𝒆𝒄𝒆𝒔𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒋𝒖𝒔𝒕𝒊𝒄𝒊𝒂: Sentir que uno tiene un enemigo puede proporcionar un sentido de propósito al buscar justicia o corrección de lo percibido como injusto. Esto puede ser una forma de lidiar con la impotencia o la frustración.
- 𝑪𝒐𝒏𝒇𝒐𝒓𝒎𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒔𝒐𝒄𝒊𝒂𝒍: En algunos casos, seguir la corriente de tener un enemigo puede ser una forma de conformidad social. Las personas pueden adoptar la perspectiva de su grupo para evitar el ostracismo o la crítica interna.
- 𝑭𝒂𝒍𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒆𝒎𝒑𝒂𝒕𝒊́𝒂: La capacidad de ponerse en el lugar de los demás y comprender sus perspectivas puede ser limitada en ciertos casos. Esto puede llevar a la demonización de otros, facilitando la creación de enemigos.
Es importante señalar que estas razones no son mutuamente excluyentes y pueden coexistir en diferentes grados en una persona. La comprensión y la empatía hacia las motivaciones detrás de la necesidad de tener un enemigo pueden ser importantes para la sanación y el crecimiento interior.
Todo lo que sientes gira en torno a lo que piensas. El día que entiendas eso, podrás elegir cómo sentirte. Tal como quien presiona botones en un control remoto para escoger drama o comedia en la TV.
Como mencioné al inicio, este hábito de tener enemigos reales o imaginarios nos lo transmitió mi madre biológica a algunos de sus hijos y por muchos años fue para mí un recurso útil para interpretar el mundo y hacerlo llevadero. De alguna manera, odiar a alguien podía proporcionarme cierta dosis de paz y desahogo en determinados momentos; los puntos 3 y 4 lo explican a la perfección. Si te identificas con algún punto, no dudes en buscar ayuda profesional, puedes aprender a estar bien de otra forma.
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Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de pareja.
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