Columna de opinión
Los malos pasos – Parte III
Los amigos del Whatsapp
“Querido Germán, tengo 12 años casada con un hombre extraordinario, al que amo y con quien comparto 3 maravillosos hijos. Hace un mes y medio conocí a un pintor que me contrató para modelo, el trabajo implicaba que por dos o tres horas me tomara fotos completamente desnuda y que pintara sobre mi cuerpo. A diferencia de lo que otros hombres habrían hecho en su lugar, mi marido me dio su apoyo y me dejó ir sola a la sesión. Sabía que para mí era una ilusión ver mi cuerpo desnudo cubierto de pintura en forma artística y sin dudarlo, me dijo: “Ve a hacerlo, yo cuido a los niños”. El trabajo se prolongó hasta la una de la mañana en el estudio y por descuido nos quedamos encerrados en el edificio y debimos esperar una hora más a que el guardia pudiera abrir. En ese tiempo de espera estuvimos platicando y pasamos un buen rato a pesar de las circunstancias, hasta que finalmente nos abrieron la puerta y cada quien tomó rumbo a su respectivo hogar. Hasta ese momento me acordé de avisarle a mi marido que, por supuesto, estaba preocupado por mi tardanza, pero se tranquilizó cuando le mandé un whatsapp y le expliqué lo que había pasado.
A partir de ese accidente en el que charlamos de todo tema posible, nació una bonita amistad con el pintor que se trasladó al Whatsapp y Messenger. Nos escribíamos casi todos los días, sin importar que fuera de día, noche o madrugada. La mayoría de las charlas eran casuales, sobre su día o lo que estaba haciendo, me pedía opinión sobre un cuadro nuevo o me platicaba de sus próximas exposiciones. Yo le contaba sobre mis actividades y le hacía bromas que terminaban en “Jajaja” por ambos lados. Sobra decir que desde que mi pareja se dio cuenta de lo que ocurría empezaron los problemas en mi hogar, cada fin de semana discutíamos por una u otra razón sobre mi amistad con el pintor. En un arranque de celos e inseguridad, mi marido se metió a mis redes y encontró una conversación subida de tono, entre broma y broma, el pintor y yo coqueteábamos y cachondeábamos de la manera más natural como si nos conociéramos de siempre. Aquella noche tuvimos una súper pelea, porque en la conversación había fotos mías que me había tomado en el gimnasio y se las había mandado para pagar un trato que tenía con él. Si me mandaba un cuadro o una foto suya, yo le mandaba una foto mía. Por Dios, el hombre me había visto, fotografiado y pintado desnuda, yo no veía nada de malo en mandarle fotos estando vestida. Claro que esas fotos en especial eran en leggings y luego mi amigo me había dicho que estaba “bien tetona y piernuda”, que no necesitaba el gimnasio. Ahora que lo pienso me carcajeo, pero a mi pareja no le causó ninguna risa.
Aunque le expliqué a mi esposo que todo aquello había sido solo un juego, que había sucedido entre bromas y que no significaba que estuviéramos enamorados o pensáramos irnos a la cama, no me creyó en absoluto. La cosa se agravó una noche que le dije que iría a la universidad a mis clases de los viernes y en vez de eso me fui a una exposición fuera de la ciudad con el pintor. Mi marido se dio cuenta como a las 10 de la noche que algo marchaba raro y empezó a llamarme, como no le respondía, se puso peor, finalmente, le contesté y le expliqué donde andaba, que todo estaba bien, que no estaba haciendo nada malo y que no le había dicho nada para no tener problemas, le dije: “en una hora estoy en casa”.
Esa noche regresé hasta la madrugada, ardió Troya en mi recámara, se quemó completa y mi marido me puso entre la espada y la pared. Me confrontó acerca de mi proceder y arrepentida me comprometí a cortar el lazo emocional que evidentemente había desarrollado con mi amigo. Dejamos de escribirnos por varios días, en casa las cosas estaban tranquilas, no había hostilidades y nuestra vida sexual estaba estable. Pero en cuanto volvía a escribirme por whatsapp con el pintor, empezaban las escenas de celos y se daba la invasión a mi intimidad, porque mi marido revisaba a escondidas mis conversaciones. Por esa razón, le puse clave a mi teléfono y adopté la costumbre de borrar las conversaciones con mi amigo, pero eso fue peor, porque sin querer alimentaba la torcida imaginación de mi marido que se figuraba quién sabe qué cosa.
Todo esto que te cuento estuvo pasando por espacio de mes y medio. Yo le juraba y perjuraba que dejaría de escribirme con el pintor y las mismas veces me atrapaba haciéndolo de nuevo. Jamás ha entendido que solo somos amigos y que no estoy enamorada ni pienso en serle infiel, pero no soporta la idea de verme compartiendo tiempo y atención con otro hombre. Ha llegado al extremo de escribirle y amenazarlo. Ni siquiera eso logró que paremos, hemos hablado y los dos sabemos que solo somos amigos, que no hay nada más, pero mi marido no lo comprende.
Finalmente, mi marido me ha dicho que si no termino por completo la amistad con el pintor, es mejor que nos separemos. No sé qué hacer, por un lado, estoy enojada por sus continuas invasiones a mi privacidad, por sus celos desmedidos y ofensivos, me niego a perder más amistades masculinas solo porque considera que las cosas se han pasado de la raya. (Sí, esta es la tercera vez que sucede algo similar en 12 años de casados). Por el otro lado, lo entiendo y tiene razón en estar celoso, yo soy la que estoy mal, tengo algo dañado en mi cabeza o en mi forma de ver la vida. Sé que le debo respeto y consideración a mi pareja, pero se me olvida cuando estoy lejos de él o simplemente no veo lo malo en mi comportamiento Aclaro que nunca le he sido infiel. Mi marido dice que de tonta lo admitiría, pero no es cierto que lo haya sido. Me ha dado una semana para que elimine por completo la amistad o que se irá de la casa.
¿Qué hago? Nuestro matrimonio está en problemas, pero no los considero suficientes para que se acabe. Amo a mi esposo, pero también me amo a mí misma, no puedo dejar que me manipule de esa manera y se pierda una bonita amistad. Pero tampoco estoy segura si debo ceder al ultimátum de mi marido o en cambio, permito que se vaya porque al final de cuentas el problema es suyo porque no es capaz de aceptar que pueda ser amiga de un hombre del que se siente amenazado y del que presiente, porque así me lo ha dicho, puedo enamorarme sin darme cuenta y por consiguiente empeorar aun más la situación con una infidelidad sexual, aunque hasta este momento nada de eso haya sucedido. Me duelen mis hijos que les cambiará totalmente su vida, también me da miedo que deberé trabajar más para mantenerme sola y dejaré de tener el apoyo incondicional de mi pareja para sacar adelante mis estudios, trabajo y labores de casa.
Por favor, aconséjame Germán. ¿Qué debo hacer?”
El texto anterior es una carta de las que suelen llegar a mi buzón para solicitar consejo. Un tema recurrente en los últimos años ha sido el de las amistades cultivadas a través de las redes sociales. ¿A cuántos suena conocida la historia del amigo/a por Whatsapp?
La semana pasada recibí otra historia similar. Una de mis lectoras relataba que mientras estaba recostada con su marido, él había recibido un mensaje por Whatsapp en el que una mujer le decía entre otras cosas: “que el color de sus ojos era hermoso”, con humor negro agregaba ¡que los ojos de su pareja son cafés!, al cuestionarlo por el mensaje se puso nervioso, adujo que no era nadie importante, solo una compañera del trabajo que “lo molestaba” y antes de que pudiera ver el mensaje completo, él lo borró, después le juró que no había pasado de un simple intercambio de frases (de coqueteo) y ahí terminó el asunto por ese día.
Al día siguiente, al ser abordado de nuevo, dijo que la mujer le había mandado su número de teléfono móvil y a partir de eso empezaron a platicar por Whatsapp. Mi lectora estaba devastada, en 5 años de su relación sentimental jamás había pasado algo similar, si antes de esa situación la hubieran cuestionado habría jurado que su matrimonio no pasaba por ningún problema y estaba estable. No entendía por qué su pareja coqueteaba con otra mujer y se preguntaba qué habría pasado de no haberlo descubierto a tiempo. No podía hacerse tonta, ni aceptar que él quisiera minimizar lo sucedido, del coqueteo por Whatsapp bien podrían haber pasado a otra etapa del coqueteo y la seducción.
En columnas pasadas he abordado el tema de la infidelidad desde distintos ángulos. Esta vez, lo abordaré desde la perspectiva del alejamiento emocional que surge entre las parejas con mucho tiempo de relación. Algunos estudios científicos informan que el enamoramiento dura entre 1 y 3 años, se dice que después de ese periodo el cerebro cesa de generar las sustancias que provocan el enamoramiento; quizá por esa razón vemos a muchos artistas divorciarse cada 2 o 3 años, en un ciclo infinito. ¿Pero qué hay después de ese estado alterado de consciencia llamado enamoramiento? ¿A qué se aferra una pareja para seguir unida? La respuesta para mí es a los sentimientos desarrollados durante el enamoramiento, al Amor, la lealtad y voluntad de seguir juntos, a la determinación de apegarse a un plan de vida en pareja. ¿y si no existen? ¿si se le olvidaron a uno de los dos o ni siquiera estaba consciente de que existía algo así? ¿si la rutina y monotonía hacen de las suyas? ¿si cada uno ha jalado por su lado y se han alejado?
Me parece que la cuestión de los amigos por Whatsapp tiene su origen en el alejamiento emocional al que se ven expuestas las parejas con el correr del tiempo y la convivencia rutinaria. Una pareja que renueva sus votos de Amor cada semana con salidas al cine, a comer o caminar juntos, que platican y comparten sus sentimientos y emociones, su diario vivir, sus miedos y sus sueños, que se da el tiempo para decirse que se aman, para coquetear y tener sexo, una pareja que se mantiene unida emocionalmente a través de la sana convivencia no tendrá espacio para situaciones como “la amiga del Whatsapp”, porque ninguno de los dos tendrá la percepción de que a su vida le falta complicidad, Amor, sexo, intimidad, apoyo, diversión, etc.
El problema no son las redes sociales, ni las tentaciones, el problema es el hambre y la insatisfacción escondida y sin detectar que permite que desconocidos se conviertan en “el mejor amigo” o “la cómplice perfecta” de nuestra pareja. ¿Cuándo fue la última vez que viste a tu pareja como un ser humano? Que reconociste sus necesidades de soñar, disfrutar y sentir. ¿Cuándo fue la última vez que sentiste bonito al coquetear con tu pareja o se dejaron llevar por aquellas prácticas y rituales que los hicieron enamorarse alguna vez?
Si no quieres que entre tú y tu pareja se interpongan las notificaciones de un celular, es necesario que se brinden tiempo de calidad uno al otro, que refuercen el lazo emocional que los unió para enamorarse y consolidarse como pareja sentimental. Si tu pareja ha tenido un episodio como los relatados arriba o tú has sido protagonista, solo existe una solución para una situación así: cortar el lazo emocional creado con el tercero en discordia. Un buen amigo/a sabrá reconocer cuando se ha vuelto un problema y aceptará alejarse para no provocar un mal mayor. Un buen amigo/a sabrá respetar los límites tácitos que deben prevalecer entre miembros del sexo opuesto.
Finalmente, un hombre o una mujer que pone por encima su relación sentimental sabrá cortar por lo sano toda comunicación y contacto con un tercero en discordia, sin excusas, ni pretextos. Aquí no está en duda el derecho al espacio propio o las amistades, ni la necesidad de practicar un pasatiempo o realizarse como ser humano, como hombre o mujer. Lo que está claro es que si no quieres quemarte, te alejas del fuego, si no quieres que te toque, te alejas del tocadero.
Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y escritor.
Otras lecturas recomendadas:
Los malos pasos – Parte I
Los malos pasos – Parte II

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