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La legendaria condescendencia masculina

Hace tiempo escribí un relato llamado Carta de un hombre, la semana pasada lo compartí de nuevo con mis lectores y ocurrió uno de esos raros casos en los que un escritor sabe que hizo algo extraordinario pero no dimensiona el alcance del impacto. Por más de veinticuatro horas no pararon los retuits, menciones y comentarios en todas mis redes sociales. La dichosa carta recibió miles de visitas en menos de dos días y yo recibí mucha retroalimentación acerca del porqué de su éxito. A continuación, les presento una de esas reflexiones.

A los hombres (buenos y malos) nos programaron para pensar en la mujer como el sexo débil, la princesa del cuento a la que debemos proteger de mil peligros y el escudo que desplegamos alrededor de nuestras mujeres se extiende hasta protegerlas de nosotros mismos, sus hombres. Carta de un hombre es una confesión cruda y directa de un hombre cualquiera que termina una relación en el momento que se da cuenta que no podría ser feliz al lado de la mujer con quien sostiene una relación de pareja. Pero detrás de toda esa violencia emotiva de efecto retardado en la carta, se esconde el espíritu condescendiente de un caballero. Más allá de su evidente egoísmo, está una genuina preocupación de un hombre por liberar a una buena mujer de una vida infeliz a su lado, a ella y a los inocentes que podrían devenir del “nosotros”. Los hombres empezamos a desarrollar un sentido de protección hacia la mujer desde que tenemos uso de razón: “Cuida a tu hermana, es la princesa de la casa”, “Ayuda a tu mamá, que para eso los hombres somos los fuertes de la casa”, “No le digas eso a la abuela, no queremos que sufra” y así un largo peregrinar de frases y situaciones que nos programan desde pequeños para cuidarlas de peligros y situaciones que creemos no podrán soportar.

A este raro fenómeno cultural de protección le llamo la legendaria condescendencia masculina. Estimo que el común de los hombres, si no es que todos, la padecen en mayor o menor grado, incluso sin percatarse. Esta idea surge a partir de la observación y experiencia propia y ajena. Los varones comienzan a desarrollar la condescendencia hacia la mujer desde el momento que se les empieza a inculcar y remarcar que ellas son el sexo débil y que hay que protegerlas y cuidarlas en todo momento y lugar. En nuestra sociedad, se desarrolla en el hombre desde muy temprana edad este sentido protector y desde ese momento cada que siente que subsiste un peligro para una mujer a la que le tiene aprecio tenderá a aparecer el caballero de armadura reluciente listo para proteger a la dama en cuestión, sin importarle ni siquiera pensarlo si ella puede o no enfrentarse por si sola a lo que pudiera estarla amenazando; de ahí que su lado protector se convierta en condescendencia. Por su cabeza no pasa que la mujer sea capaz ni posea los recursos y habilidades para resolver por si misma cualquier problema, la percibe frágil e incapaz para enfrentar la verdad. Esta percepción de debilidad se extiende al área del corazón, la siente vulnerable a causa de los sentimientos que guarda hacia él y bajo este contexto, si el hombre quiere a una mujer, elegirá herirla con la mentira para no matarla con la verdad. Buscará protegerla de si misma, de su inmensa y profunda capacidad para amar, una característica que un hombre puede confundir fácilmente como una intensa sensibilidad y una compleja cualidad para sufrir y para sentir dolor. En su condescendencia el hombre mentirá, omitirá información y finalmente exhibirá las mas absurdas excusas; cargará con todo el peso de una verdad cruda y una indeseable realidad, por el noble deseo de no hacerle daño a una mujer (el que con esto se evite también problemas a si mismo, es meramente circunstancial, risas de fondo). Podrá ya no estar enamorado, pero en lugar de decirlo, dirá que se encuentra perdido en si mismo y necesita encontrarse de nuevo. Podrá haber otra mujer haciendo surco en su corazón y en cambio, dirá que no existe nadie y tan solo ha caído en cuenta que las cosas han dejado de ser como antes, que algo ya no funciona, que no existe más la chispa de antaño y una larga lista de verdades a medias, de mentiras para cubrir la llana verdad: “me enamoré de otra mujer”.

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La condescendencia masculina está en función de la percepción de vulnerabilidad que el hombre posee de la mujer querida. Mientras hay mujeres que aparentan ser duras y fuertes (aunque por dentro puedan ser tan sensibles como la que más) que dan la impresión que pueden superarlo y aguantarlo todo, hay otras, que a ojos masculinos transpiran sensibilidad y eso en lenguaje masculino es sinónimo de fragilidad. Estas mujeres son las que en una cándida entrega exudan también a ojos masculinos una conmovedora debilidad. Muchas mujeres no pueden, ni saben, ni buscan ocultar sus sentimientos, si no que por el contrario los entrelazan con su cabello, los usan de mascada, los muestran, exploran y comunican con inocencia, sin saber que con eso están alimentando el monstruo condescendiente masculino al que tarde o temprano conocerán y probablemente mal entenderán en sus parejas. A mayor emotividad por parte de la mujer, mayor es la percepción de debilidad por parte del hombre y mayor será su condescendencia. Te miento porque te quiero, parece desprenderse de la condescendencia masculina.

Incluso yo, que lo escribo y señalo, no considero ser la excepción. A veces por voluntad y otras sin darme cuenta, tiendo a ser condescendiente con las mujeres igual como todo varón que fue condicionado a serlo, paradójicamente por las mismas mujeres. Aun cuando esté consciente que cada persona es responsable de sus actos, que toda mujer u hombre sabe a lo que se arriesga en cuestiones de amores, que ser adulto significa ser dueño de si mismo, que la libertad es nunca tener que decir lo siento, que las mujeres son mucho mas fuertes de lo que se nos inculcó y programó desde pequeños, aun a pesar de saber todo eso… me encuentro en ocasiones siendo condescendiente con las mujeres. Ayer leí un tuit que me explica perfecto: “No sé decir adiós sin mentir un poco”, a la hora de las despedidas tampoco yo sé hacerlo sin ser condescendiente. Así somos los hombres, mentimos para no herir y en cada mentira está sosegada toda nuestra condescendencia. Si antes fui condescendiente por patrones culturales, me parece que ahora lo soy porque me he sumergido a través de la experiencia dentro de esa extraordinaria capacidad femenina para sentir, tanto el placer como el dolor. Porque ahora entiendo mejor el amplio espectro de sus emociones y sentimientos; porque sé que la mayor virtud de la mujer es su suficiencia para amar más allá del sacrificio. Hace mucho tiempo, Kierkegaard dijo, despertar el amor y la pasión en una mujer es el más sublime deseo y el más satisfactorio de los logros a los que un hombre puede aspirar, porque es la meta a la que todo seductor verdadero aspira y por la que ha de perfeccionar sus habilidades y estrategias para conquistar por entero el corazón de una mujer. Yo voy más allá para que no se quede solo en una conquista, creo que enamorar a una mujer solo debería estar permitido para aquel que sabe qué hacer con todo el Amor que ella es capaz de brindar.

No es en la arrogancia, si no en la seguridad que da el conocimiento sobre si mismo, derivada de la experiencia y observación de la conducta humana, que he entendido que cualquier hombre es capaz de despertar el más grande Amor y la más explosiva de las pasiones en una mujer que, sino le abre las puertas de su alma, al menos le muestra el camino para lograr encender el rojo que corre por sus venas. En la medida que un hombre se percata de este poder en las emociones femeninas, su condescendencia fluye para que el que se acostumbre a ir con tiento, para que del cariño nazca que se vuelva cuidadoso y no se aproveche. De la consideración se desprenda que busque proteger del daño sin importar que para ello deba darse a cuentas gotas, “bajándola de la nube” de vez en vez para que vayan al mismo ritmo de entrega o en ocasiones alejándose silenciosa o abiertamente lo más posible de su vida para no alimentar su corazón de falsas esperanzas. El hombre no dice vamos a darnos espacio, se lo toma, el hombre no dice vamos muy aprisa, se aleja o se inventa mil ocupaciones. El hombre no dice “Te amo” cuando no lo siente, dice te quiero, sonríe o se queda callado, pero jamás dice “yo aun no”. El hombre no dice “no tenemos dinero” o “no tengo trabajo”, en cambio se vuelve taciturno y de mal humor, pero no le dispara la verdad a su mujer. El hombre no va y se mete con otra mujer para quedarse como si nada, los remordimientos lo torturan, lo recriminan silenciosos, se enconcha y se preocupa por el daño que podría ocasionarle a su mujer de enterarse que le ha sido infiel. Los hombres sufren por ocultar una verdad dolorosa a sus mujeres mucho más de lo que ellas se podrían imaginar en todos esos largos e inexplicables silencios.

En el espíritu de la condescendencia masculina se han inspirado extraordinarios y exquisitos dramas amorosos, clásicos y modernos. En Casablanca, Rick (Bogart) miente a Ilsa (Ingrid Bergman) para que ésta pueda escapar de Casablanca con Victor Laslo (Paul Henreid), busca así librarla del remordimiento de abandonar a su marido por él y dejar a la resistencia sin uno de sus pilares morales, pues sabe que Laslo al quedarse sin ella, se derrumbaría sin remedio. Rick es un hombre sabio, romántico y condescendiente. Miente deliberadamente, aunque en ello se hunda un cuchillo por segunda vez en la misma herida.

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Quizá la condescendencia es parte misma de la naturaleza masculina y ya viene en nuestros genes. Tal vez es una aparente desviación del instinto del macho de proteger a la hembra, y cuánto más compleja es la especie, más retorcidas son las formas en las que el macho manifiesta dicha protección a la hembra. Tal vez la condescendencia masculina es rigurosamente inculcada en casa. Quizá no es sino una convenenciera y mala costumbre de género, pero también es verdad que es una práctica matizada de nobleza y cariño. A estas alturas del partido, su origen es lo de menos, la condescendencia existe y es un misterio con el que luchan día con día las mujeres de nuestra sociedad. Los arranques de sinceridad de un hombre son tan raros que deberían ser catalogados altamente peligrosos por encima incluso de los «nada» de una mujer. Es más común que el hombre mienta para no herir, a que suelte todo lo que piensa y siente. La próxima vez que usted, amable lectora, sorprenda a su hombre en una mentira o lo escuche exponiendo los motivos para una ruptura, pregúntese de qué está tratando realmente de protegerla con esa mentira.

Germán Renko

Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de pareja.

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19 respuestas a «La legendaria condescendencia masculina»

  1. Usted siempre maravilloso… <3

  2. Cada vez que te leo siento que mi alma se alza en un vuelo, pocos como tú, pocos saben encender el alma de una mujer a través de sus letras. Siempre magnifico, gracias por tan maravilloso y esclarecedor escrito.

  3. Excelente, y muy cierto. He quedado sirprendida ante una verdad.

  4. Es como cuando nos pregunta el por qué amamos, o por qué estamos con ellas.
    …..

    Las primeras que nos recriminan por expresar nuestros sentimientos, son ellas.
    ……

    a través de tus escritos encuentro un poco de paz. Sigue asi, amigo.

  5. Es un juego extraño, sabemos que nos mienten y aún así nos tragamos entera la mentira. En principio, no nos gusta que nos mientan, al pensarlo una segunda vez ya no es tan malo porque la intención es buena. Esta puede ser otra condescendencia.

  6. Es la realidad que nos envuelve y nos acaba, todo siempre será contradictorio, si dice la verdad o miente, de ambas formas nos hará un daño…que bueno es leerte, tus palabras nos enseñan a tratar de entenderlos a ustedes, aunque al final no entendamos «nada»

  7. No podía esperar más siempre tan acertado pocos que saben sacar de la duda a una mujer que es capaz de erizar la piel con cada escrito simplemente exquisito!!!

  8. Reblogueó esto en Desde mi mentey comentado:
    uno de mis blogs favoritos

  9. En pocas palabras «a todos nos gusta que nos cobren con disimulo» hay la humanidad

  10. Soy una fiel lectora de tus escritos, los disfruto mucho, pero este en particular ha causado cierto malestar en mi y debo hacerlo saber; creo esta «condescendencia» es una forma agradable o bonita de hacernos aceptar y vivir felices en un mundo lleno de hipócritas, porque no decir lo que de verdad sentimos, las mentiras lo mejoran es cierto, pero tarde o temprano la verdad siempre se sabe sobretodo cuando se trata de una mujer, nosotras jamás nos quedamos tranquilas con las débiles excusas, siempre preguntamos, investigamos, acosamos, nos obsesionamos hasta finalmente escuchar ese «ya no te amo». Entonces ¿por qué romper un corazón poco a poco cuando se puede ahorrar parte de ese tiempo de incertidumbre diciendo la verdad? El resultado será el mismo al final de cuentas, pero ahorraremos tiempo y evitaremos humillaciones a esa persona a la que pensamos «protegemos». ¿No lo crees?

  11. A mi me encanta leer a Renko, pero más que darnos una excusa a nombre de la mayoría de los hombres del porqué «hacen lo que hacen» y «dicen lo que dicen» o más bien, no hacen lo que nosotras estamos esperando que hagan, ni dicen lo que nosotras estamos esperando que digan, yo creo que nos permitió saber cómo piensa un hombre mientras nosotras entramos en shock, deprimidas, renuentes y con todos los sentimientos encontrados. Mientras, como mujeres, sólo percibimos una cobardía total por parte de ellos. No los justifico, ni digo que me parece bien, pero al menos yo pude entender el comportamiento de alguien con quien tuve una hermosa historia y decidí ponerle punto final y me quedé atónita esperando una «reacción» de su parte, cuando su mejor reacción fue no hacer nada, lo entiendo y me liberé de esos sentimientos después de un año. Gracias Renko, besos!!

  12. Un excelente artículo! me enteré de cosas que por la mente no me ha pasado una sola vez. Dios mio, que equivocada estaba. Gracias por la información ArkRenko.

  13. Avatar de Alfonso Ruizpalacios
    Alfonso Ruizpalacios

    Amigo Renko, por ésta ocasión voy a diferir de éste buen intento suyo de justificar lo que no es justificable. Como compañero de batalla debo decirle que me veo muy mal retratado en su artículo.
    Estas acitudes paternalistas a las que usted se refiere ni son generalizadas ni dejan al género femenino en buen papel. Lo que usted plantea es que se elige mentir a manera de protección porque se asume a la mujer incapaz de lidiar con una realidad.
    Y la realidad es que no es el miedo a herirlas lo que nos hace mentir. Mentimos porque nos da miedo equivocarnos y cambiar a la madre de nuestros hijos por una pasion que no sabemos si va a ser definitiva. Mentimos porque nos da miedo perder a nuestros hijos. Mentimos porque nos aterra enfrentar un divorcio, y mentimos sobre todo porque tememos a la soledad.

    No se equivoque, y no generalice, buen amigo. El noventa por ciento de las veces, los hombres mentimos por simple y puro egoismo. Mentimos y no por condescendencia, mentimos como cualquier ser humano únicamente para obtener lo que queremos.

  14. Como mujer entiendo la condescendencia masculina pero no entiendo como en esa misma, los hombres no reconocen que las mujeres somos muy intuitivas y que esas mentiras las percibimos. Una mujer sabe cuando hay alguien más y sentir que un hombre esta mintiendo no lo vuelve un héroe sino al contrario. Como mujeres que amamos demasiado valoramos más que nos rompan el corazón una vez que varias, pues al no decir la verdad nos hacen ilusionarnos y seguir amando… Y cuando la mentira se descubre todo ese amor termina rompiendo la imagen del hombre al que amamos. Eso es peor…

  15. […] nuestro espacio y esconder nuestros vicios y pasiones. En una columna pasada se tocó el tema La legendaria condescendencia masculina un acercamiento a los motivos por los cuales solemos mentir los hombres cuando queremos y nos […]

  16. […] La legendaria condescendencia masculina 15 comentarios junio […]

  17. El hombre es como el día de 24 horas, tiene 12 horas de luz y 12 horas de oscuridad, el día y la noche, la verdad y la mentira.

  18. Sentimientos encontrados, podría decirse entonces que los hombres son tan buenos que no quieren herir, hacerte vivir en tu burbuja, para que no sufras, pero igual como dice otro comentario la mayoría son egoistas y si coincido que entre más rápido mejor, no las cosas a medias, por que eso crea pensamientos y sentimientos dañinos hacia la mujer, al no saber en que punto estas parada, pero coincido con usted enamorar a una mujer sólo debería estar permitido para aquel que sabe que hacer con todo el amor que ella es capaz de brindar.

    1. Poco a poco se va armando un rompecabezas a través de estas columnas, querida Kenia( nombre exótico y sensual). La condescendencia de los hombres es piedra angular en esas despedidas que parecen anunciadas, sin embargo no llegan. “Te miento para no herirte de un golpe, aunque poco a poco te vayas desangrando con los alfilerazos de mis mentiras».

      Me siento agradecido por tu tiempo para compartir.

      Te besuqueo el nombre

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