Hace unos años, una amiga de la que estuve locamente enamorado durante un mes, justo antes de conocerla mejor, se enamoró locamente de un conocido mío francés, cuyos mejores atributos eran: no ser feo, hablar español con acento afrancesado y hacer el Amor en perfecto francés. Como todo hombre de honor, me hice a un lado y disfruté de lejos, muy lejos, el Amor que se profesaban, y cuando digo “disfruté”, quiero decir “envidié”, porque mi amiga es una belleza de los pies a la cabeza y a nadie le agrada verse relegado por culpa de un acento. En fin, esa es mi dosis de despecho. En realidad, una vez que la conocí a fondo, se perdió el encanto del enamoramiento y se convirtió en una amiga atractiva con quien salir de vez en vez, sin el compromiso ni la esperanza de llevarlo a algo más.

Por meses fueron la pareja sensación en los círculos que frecuentábamos, eran el cuento de hadas perfecto para toda mexicana enamorada de la idea del príncipe azul. Hasta que llegó el momento que mi amigo francés debía regresar a su tierra. Era un secreto a voces, en el mundo que nos desenvolvíamos todo se sabe, que a final del mes, él se iría y ella se quedaría acá, con todas las nostalgias e ilusiones de una mujer profundamente enamorada.

Se llegó el día, él partió y ella se quedó. Pasaron dos meses y un día, mientras comíamos, me dio la noticia que había la posibilidad de irse a Francia, a pasar unas largas vacaciones con su amado francés.Me preguntó qué opinaba, ¿ya dije que nos habíamos hecho buenos amigos?, pues sí, le hablé con toda la honestidad que siempre me ha caracterizado.

Para la mayoría, el Amor llega pocas veces y los grandes amores son aún más escasos. ¿Qué si existía el riesgo que no funcionara? Por supuesto, más eran muchos los años que se reprocharía no haberlo intentado. ¿Qué si lo amaba y estaba enamorada?, hasta por debajo de las uñas estaba su nombre impreso. ¿Entonces?, a volar, vete a vivir el sueño de tu vida, si funciona grandioso, si no es así, regresa, aquí te esperamos todos los que te queremos con los brazos abiertos y los hombros dispuestos para que llores entre lágrimas y sonrisas en ellos.

Y se fue, se perdió por dos meses, a lo mucho sabíamos por algún correo o comentario de un amigo de un amigo que estaban bien, enamorados y felices. Hasta que un día, estaba en mi mesa, tomando una copa, con Oscar de León estremeciendo la pista, cuando la vi aparecer, iba con sus amigas más cercanas, la mirada brillante, la ropa negra delineando su figura y disfrazando sus penas, si es que las había. Más noche, mientras bailábamos, me enteré que se había regresado, sola y eso fue todo lo que hablamos, no era el lugar ni la hora para llevar la plática más allá, además que era evidente que había salido a distraerse y regresar sobre sus pasos.

Unos días después platicamos en la comida, largo y tendido. Me enteré que los primeros 15 días en Francia fueron de ensueño: Paris, su cultura, sus historias, ella y él, juntos, tantas ilusiones en el aire, tantas horas en la cama. El resto de los dos meses, fue un globo aerostático que poco a poco se fue quedando sin suficiente calor para mantener la relación en lo alto, hasta regresarla con todo y maletas al suelo donde había nacido.

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Para empezar su amado no vivía en Paris, si no en una pequeña ciudad a una hora de Paris, cuyo ritmo de vida era lento y rutinario, comparado hasta con la ciudad donde ella vivía, ya no se dijera La ciudad Luz. El se iba a trabajar por las mañanas y regresaba por las noches. Ella ocupaba el tiempo paseando por el pueblo-ciudad, tomando clases de un idioma que no más no se le daba, conviviendo con unos suegros ya en edad avanzada con los cuales no se entendía más que a señas y en general más sola y perdida que un grito en el más bello e imaginario bosque galo.

La comida era rara, las costumbres muy diferentes, debía vestir más “recatada”, su trabajo arreglando uñas se había quedado del otro lado del atlántico y acá, sus ahorros habían desaparecido en un abrir y cerrar de Euros. La convivencia con su galán estaba fatal, ella era toda una mujer, había educado y sacado adelante sola a una hija de 14 años, él en cambio, era un hombre en desarrollo, acostumbrado a que le sirvieran y sin la madurez para afrontar las responsabilidades en pareja. Tenía un genio endemoniado y estaba todo el tiempo tratando de cambiarla, de afrancesarla, ella en cambio, cada día se sentía más mexicana y más fuera de lugar. Los fines de semana y las noches de luna llena en la cama solo retrasaban lo que en su interior ya era una certeza que trataba de ahorcar en vano: no tenían futuro como pareja y más tarde que temprano tendría que afrontarlo y empacar su Amor de Francia en una maleta.

Me lo contó todo sin llorar, no por falta de ganas, si no porque hasta el mar se cansa de visitar la misma playa. Me agradeció mis consejos y buenos deseos antes de su partida, y me agradeció aún más el hombro dispuesto y la mirada franca y sin lástima. Lo disfruté, me dijo serena, y ahora lo atesoro como la más maravillosa de mis experiencias y el más grande de mis amores, pero aunque el Amor sea muy grande, no significa que sea eterno o invencible. Quizá más adelante haya futuro para nosotros, quizá en algún momento el reloj de él marque la misma hora que el mío, dejo la puerta abierta, más no me limito a vivir de esa esperanza. Desde entonces ha llovido y ha caminado bajo la lluvia tomada de otras manos. A veces está sola, a veces acompañada, yo la veo siempre satisfecha de haber elegido los caminos y dar los pasos correctos para llegar a ellos.

Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y terapeuta de parejas.

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“Con las Alas en Llamas”
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5 respuestas a «El Amor intercultural en los tiempos de Francia»

  1. Que escrito tan más hermoso.Todo mi respeto y admiración a Nadia por atreverse a vivir ese amor y a ti Renko, por plasmarlo de manera tan maravillosa. Los abrazo de forma infinita.

  2. Tantas historias de amores, tan diversos aún en la misma cultura, tantas puertas abiertas, tantos pasos hacia diferentes rumbos. Lo verdaderamente importante es dar esos pasos y disfrutarlos, llorar tal vez por el resultado, pero jamás por no intentarlo. Es por ello que digo que el Amor es un acto de fe y de voluntad.
    Me gustó mucho leerte.

  3. Bonne histoire! Yo viví 2 años en Paris, enamorada también… pero esos años, ya son parte de mi historia y sólo resta un proceso judicial, c´est la vie!
    Renko, te encontré por azar – y te sigo – me gusta tu manera.
    Desde el fin del mundo, donde la tierra cae y desaparece en el mar…

  4. Verdaderamente exelso. Es bueno leer buenas letras antes de dormir, mis respetos y admiracion para las tuyas que sin duda a mas de uno nos hace viajar gratis. Un abrazo.

  5. […] El Amor intercultural en los tiempos de Francia. […]

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