Rebelde maldito, condenada ausente

Me mata tu ausencia física tanto como tu intermitente presencia en mis pensamientos. Mi piel te sabe lejos y se seca en la nostalgia de tus caricias, se ha formado en ella un laberinto de mil surcos sinuosos que se alargan sin fin en busca de tus labios, se sienten rugosos al tacto, profundos e incapaces de retener otra humedad que la tuya. Aquí en el centro, se eleva un Everest que clama por ser arropado por los mantos de tu carne; allá en la espalda se expande un valle y un desnivel que extrañan los filosos arados de tus manos; cercano al valle hay ahora un tronco cada vez mas enjuto que ansía estar de nuevo encerrado por tus piernas, sentirse sometido, retenido y consumido por la fuerza de su pasión. A cada día que pasa, a la primavera negra de mi pecho, ese pasto donde se revolcaban tus dedos, la acecha el otoño y temo el día que se vea cubierta por la blancura del invierno.

¿Pero sabes qué?, pedacito de infierno, mi dulce ausente, ¡me rebelo ante tan funesto destino!, si mi cuerpo ha de convertirse en desierto, mis labios han de ser entonces oasis en que otros espíritus sedientos de amor encuentren refresco. ¡Si!, los pondré al servicio de los corazones perdidos, de los labios huérfanos y de las pieles con laberintos distintos; serán de fuentes inagotables, tres veces más dulces y dispuestos por cada siglo que demores, serán sus aguas vinos… añejándose a la espera de tu boca.
Mis dedos… mis dedos perfeccionarán sus movimientos en otros bosques y otros cerros, se volverán más tortuosos y expertos, más sensibles y suaves, veinte esclavos que aguarden leales el regreso de su dueña.

Cada noche, con las fases de la luna por testigo, entrenaré mis sentidos para que aprendan a detectarte a mil metros de distancia, entre múltiples aromas, sabores, colores, sonidos y texturas, tan solo para que puedan rastrearte en la lejanía y entre la muchedumbre, del mismo modo que hoy pueden hacerlo en una habitación en tinieblas; tal como en las penumbras que se forman entre tus piernas, mi nariz puede encontrar para regocijo de mis labios tu finura color cereza.

Haré de mi cuerpo una sucursal del cielo, me volveré defensor de oficio del placer y no habrá tierra que no se humedezca al contacto con mis dedos, será mi forma de cuidar y mejorar esto que es tuyo y que has dejado bajo mi aplicado celo, te lo devolveré renovado y enriquecido de trucos nuevos para tu exclusivo embeleso.

Rebelde maldito, romántico justiciero, me vengaré de tu ausencia manteniendo mi intensidad en todo lugar siempre presente, pero mi corazón… mi corazón siempre ausente. Debajo de la piel que lo cubre, haré un gran hueco en donde acumularé y escatimaré los «Te Quiero», mientras que en otro compartimiento aun más profundo se guardarán para tus oídos esos «Te Amo» que en mi garganta quedaron tantas veces…tantas veces frenados.

Germán Renko @ArkRenko
Psicólogo y escritor.

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“Con las Alas en Llamas”
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Una respuesta a «Rebelde maldito, condenada ausente»

  1. Como siempre, lleno de pasión perturbadora. Eres un oasis en la vida de almas apresadas, sin rumbo fijo, que están en la espera de encontrar otras almas, hambrientas por liberarnos de las cadenas de las inseguridades y miedos.

    Te amo Germán Renko, porque has logrado liberarme, llevándome a todo lo inimaginable.

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